El día después
Alguien tendría que pensar en el lunes. La campaña ha estado bien. Más seguida que de costumbre. Con incertidumbre hasta el final. Seguros de ... que en alguna parte saltará la sorpresa. La abundancia de opciones ha concluido en una síntesis que se agradece: aquí las izquierdas, aquí las derechas. Como debe ser. Incluso se han despejado las incógnitas sobre alianzas de gobierno. Todo perfecto. ¿De verdad?
Lo esencial de la democracia representativa es que los electos pueden obrar durante cuatro años como la soberanía nacional. De esto se suele abominar, pero en situaciones como la presente es para tenerlo en cuenta. Más allá del formidable resultado de transparencia que nos ha deparado la campaña, lo cierto es que el domingo no es probable que alguno de los bloques previstos sume mayoría. De manera que tanto desnudo acerca de con quién nunca se acostará cada cual se resuelve completamente inservible. Si persisten en ello acabaremos en un gobierno en minoría pactando cada movimiento o en una nueva convocatoria electoral para el otoño. Panorama oscuro que deberemos a la claridad exigida y satisfecha en campaña.
Ítem más. El problema principal de este país no se resuelve solo desde las izquierdas o desde las derechas. Me refiero al territorial (sobre todo el catalán, pero no solo), aunque podría señalar otros que al final desembocan en la reforma constitucional. Para lo poco o para lo mucho hará falta sumar y me temo que enseguida confirmaremos que es difícil hacerlo con quien representa el problema. Habrá que convencer a estos con mayorías desde fuera, solo posibles si nos bajamos del no es no.
Luego mejor será dejar abierta la posibilidad de sumas diversas y no limitarse a la rocosa firmeza justificada solo por la dinámica de la captación de votos. Respectivamente, para unos y otros, sus contrarios aparecen de hoy al domingo como unos indeseables con los que no iría ni a heredar (me incluyo en esa apreciación). Pero solo podemos albergar alguna esperanza en el hecho de que, constituido el Parlamento como soberanía nacional y a la vista de las situaciones sucesivas, sus señorías respondan a lo que les pida su razón y no a la suerte de mandato cerrado derivado del secuestro de su voluntad por parte de sus correspondientes partidos. Solo así podemos pensar que en los próximos cuatro años habrá posibilidades de sumas, por extrañas que sean, que puedan dar respuesta a los problemas del país y no solo satisfacción a nuestras rotundas convicciones. Pero, de esto, hasta el lunes, nada.
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