El desafío de la investidura
Tras las elecciones generales, Pedro Sánchez entendió que los resultados no le permitían definir una estrategia clara para abordar con eficacia la investidura y que, ... en consecuencia, no había más remedio que esperar a los resultados de las autonómicas y locales para despejar incógnitas esenciales. El resto de las formaciones coincidían en la apreciación, pues ellas también se encontraban con problemas muy similares para poder determinar su estrategia.
El PSOE situó el desafío electoral como una disputa radical entre izquierda y derecha, advirtiendo durante la campaña que el bloque de las derechas, sin distinción entre ellas, podía ganar las elecciones, lo que significaría un retroceso manifiesto en el terreno de las libertades democráticas y una involución de carácter centralista. Los socialistas pidieron el voto, con un mensaje claro: derrotar a las derechas. De ahí que el votante más identificado con ese discurso viera coherente que ganadas las elecciones, la investidura se debía abordar con congruencia con este planteamiento y no se cayera en la tentación de usar los votos logrados para ganar a la derecha como votos para gobernar con la derecha.
En el campo de las formaciones de derechas el planteamiento era exactamente el mismo, centrado en este caso en la suma de votos para impedir que Sánchez consiguiera los escaños suficientes para la investidura. No había en estas estrategias posibilidad alguna de compartir espacios ni proyectos. Mientras el PSOE confiaba en sus fuerzas y miraba a la izquierda y a las formaciones nacionalistas como aliados posibles, Ciudadanos, volcado en su lucha por la hegemonía en el electorado de derechas, se unía por necesidad al PP, que a la postre significaba atarse a Vox, como han demostrado los hechos posteriores.
Las elecciones autonómicas y locales han puesto de manifiesto, sin embargo, las importantísimas limitaciones que tienen estas estrategias para que puedan llevarse adelante. El PSOE y Sánchez han querido sortear esas limitaciones pretendiendo jugar todas las piezas del tablero, apelando a la responsabilidad de los demás, en un ejercicio de ingenuidad temeraria, para que le concedieran su apoyo por acción o por omisión. Su propósito era abrir un nuevo espacio que permitiera la colaboración y complicidad de Ciudadanos. Es decir, pretendía poner en marcha aquello que los 'socialistas liberales', felipistas y sectores de influencia demandaban.
Ciudadanos ha optado por situarse en el espacio de la derecha. Esta opción estratégica le vincula necesariamente al PP en una relación inestable de rivalidad y colaboración frente al enemigo común. Descartado el apoyo de Cs a la investidura, Sánchez necesita un baño de realismo, resituarse con humildad en el tablero y le urge empezar a trabajar en serio las voluntades políticas de quienes pueden facilitar con su voto o su abstención la investidura y el mínimo de estabilidad en la legislatura. El PSOE tiene que dejar de apelar a la responsabilidad de los demás. Si el riesgo a evitar es la convocatoria de nuevas elecciones, riesgo cierto, le corresponde al candidato 'ponerse el buzo' y mancharse con compromisos y acuerdos con quienes estén dispuestos en serio a hacer de la política un instrumento eficaz para encauzar y resolver los problemas que afectan gravemente a nuestras sociedades. Diálogo constructivo, sin vetos infundados y sin exclusiones sectarias.
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