Comicios complicados, como siempre
Las elecciones a las Cortes Generales no son los comicios más interesantes para las fuerzas nacionalistas. Su terreno de juego preferido son las autonómicas, forales ... y locales en las que se valora, supuestamente con más objetividad, sin tanto influencia de elementos exógenos, la utilidad de sus proyectos políticos. En cambio, para las formaciones vascas que son parte de partidos políticos de ámbito estatal, el escenario de las generales es más propicio, pues a su peso específico como partido vasco se le añade el valor que en estos comicios tiene su pertenencia a la matriz española. Esta influencia de la estatalidad se nota especialmente en situaciones de fuerte polarización de la política española, con enfrentamientos de resultado incierto entre la izquierda y derecha.
En términos de sociología electoral diríamos que hay una parte significativa del electorado que es permeable al carácter de los comicios y que tal factor influye en su decisión de voto. Ciudadanos con criterio político e ideológico abierto, pero que no son votantes ideológicos de partido.
Las generales son siempre un reto complicado para formaciones como el PNV y Bildu. Más allá del electorado tradicional, los que diríamos votantes de partido, que no discuten la utilidad de su voto por el carácter de los comicios, está el votante que hay que ganar o por lo menos evitar perder. Hay que consolidar estos espacios del electorado permeable, articulando un discurso que subraye la utilidad de ese voto.
Para fundamentar el valor añadido del voto al PNV, los jeltzales articularán su discurso sobre la idea de la defensa de Euskadi, como comunidad de intereses compartidos, en torno a su actitud dialogante y concepción pactista de la política, alejados de estrategias rupturistas; en torno a su acreditada experiencia en la defensa del autogobierno y, sobre todo, por su imagen de ser un partido con poder institucional. Un argumentario con credibilidad.
Bildu tratará de situar la utilidad de su voto en el carácter «determinante» que van a tener sus diputados, debido a su colaboración con ERC, para inclinar las decisiones del Gobierno a posiciones de izquierdas y para avanzar en el reconocimiento de la autodeterminación y la libertad de los «presos políticos». Este discurso tiene muchos problemas de credibilidad, pues hasta hace muy poco se proclamaba que el diálogo con Madrid es estéril, pues la democratización del Estado español es un imposible, por lo que no había más solución que articular la estrategia unilateral para la salida de España. Por otra parte, el «valor añadido» vendría más de la representación de ERC que de la propia fuerza de Bildu, lo cual le sitúa en una posición subalterna, que desde luego es mejor a mi juicio que la alianza con las CUP.
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