Lo que urge
Despojarte de cosas sienta bien, aunque creas que te gustan. Te quitas lastre
Pido perdón de antemano porque todavía no sé de qué voy a escribir hoy. De lo que salga. Últimamente estoy un poco confuso. Lo bueno ... es que no creo que esto tenga ya vuelta atrás. De hecho, me estoy acostumbrando a decir que vivo en la extrañeza. Cuando lo cierto, no obstante, es que vivo en Navarra. Pero, en fin, no me quejo. Ni me gusta alardear ni me gusta quejarme.
Así me ha ido, claro. El sábado pasado, compré EL CORREO en la calle Estafeta y el titular decía: «Navarra se ahoga». Sonaba bastante terrible, pero resultaba bastante aproximado. La riada nos atacó con nocturnidad y alevosía. Yo vivo en Villava, a poco más de cien metros de la confluencia de los ríos Arga y Ulzama. El que venía desbocado era el Ulzama y al juntarse con el Arga la cosa se puso aterradora. Serían las tres de la mañana. La gente saltó de la cama, se abrigó y se fue a mirar cómo subía el nivel. Nos gusta ver el drama en primera fila, ya sabes. A nosotros se nos inundó el sótano y el garaje hasta una altura de un metro y sesenta y cinco centímetros, que es justo lo que mide mi mujer. A otros se les metió directamente en casa. Lo malo es cuando te vuelves a la cama, con todo el disgusto en el cuerpo, e intentas dormir pensando que el río se está moviendo a su antojo por el piso de abajo.
Difícil, sí. Así que, el sábado por la tarde, cuando el río volvió a su cauce, nos pusimos con las ingratas tareas de limpieza. Vinieron amigos a ayudarnos. Otra cosa que me causa confusión es lo bien que me sentí. Hasta me emociona recordarlo. Aquello estaba lleno de limo y barro. Y olía fatal. Y el trabajo era duro. Y, además, triste porque había que tirar rápidamente a la basura cosas que te gustaban, libros, discos del ayer, ropa, cuadros, el viejo aparato de música, cosas así. Y, sin embargo, como digo, a la vez, te acometía una excitación festiva. Yo me sentí bien. Creo que despojarte de cosas sienta bien. Aunque te gusten o creas que te gustan. Te quitas lastre. Es como viajar con poco equipaje, supongo: te sientes mejor que cargado. La vida es paradójica casi siempre.
Pero luego, también, el estar allí juntos: trabajando en lo mismo, quitando mierda, recuperando unos mímimos. Esa solidaridad elemental de la gente, en esos momentos en los que hay que actuar y está claro lo que urge, es muy emocionante. De repente uno dice que ha conseguido restablecer el teléfono y el wifi. Y todo mejora rápidamente. Y, aunque sigamos sin calefacción, al final nos tomamos unas cervezas y partimos unas nueces. Y ese resulta ser el mejor momento en mucho tiempo. Desde hace meses. Lo digo completamente en serio.
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