Qué nervios
Bill Gates ha anunciado que a la pandemia ya le queda poco. ¿Qué vendrá después?
Es extraño, hoy me siento optimista. Y no sé por qué. Esta mañana, ha salido el sol en Pamplona durante unos veinte minutos: puede que ... sea por eso. En cualquier caso, es mi última columna del año y me toca hacer balance. Así que tampoco me gustaría parecer demasiado optimista. Como dice Ramontxu, ha sido mi año más duro.
Si tuviera que elegir un emoticono, elegiría ese que levanta los ojos al cielo. O al techo, si estás bajo techo. Perdí el móvil, me pusieron una multa, publiqué otra novela sin éxito y al final se me inundó la casa. Me fastidia sentirme optimista, es irónico. Por cierto, durante la inundación, me quedé allí solo, sin electricidad durante más de 24 horas. Y al subir a dormir, con la vela en la mano, me vi precariamente reflejado en el espejo de la escalera y sentí frío. Como si estuviera solo en el infinito y todavía me quedaran infinitas escaleras por subir. No es que fuera mucho, un día sin electricidad, de acuerdo. Te lo puedes tomar como un juego, si quieres: voy a ver cuánto aguanto sin hacer nada, o algo así. Te puede venir hasta bien, si logras convencerte de ello. Porque un día lo pasas de cualquier manera. Pero, ojo: sin electricidad ya no podemos hacer nada. Bis: no podemos hacer nada. ¿Cómo no van a especular con el precio? Queremos electricidad y cada vez más. Estamos todos atrapados ahí. Cada uno ante su pantalla durante horas y horas. ¿Acaso alguien, algún bendito, piensa que eso puede ir a menos?
Si de algo me he dado cuenta yo este año es de lo atrapados que estamos. Y me temo que, en eso, en lo de sentirnos atrapados, apenas estamos empezando. Iba a añadir que, por suerte, todavía no me he contagiado del virus en lo que va de año, pero, mira: estoy empezando a sentir un picor en la garganta y no sé. Así que, en fin. Volviendo a lo de la electricidad, me pregunto cómo sería ahora mi vida sin internet. Creo que soy capaz de imaginarlo pero sé que no lo soy. He tenido ordenador desde que llegaron. Recuerdo los comienzos de la red: antes del email, antes de Google. Tengo que admitir que internet me ha cambiado la cabeza, para bien y para mal. Hace quinientos mil años, el Homo Erectus inventó el fuego. Desde entonces, evolucionamos sin frenos hacia la complejidad.
No obstante, lo que quería dejar claro (y este será mi mensaje real de fin de año), es que toda la belleza está ahí todo el tiempo. Para quien quiera o pueda verla. Os dije que temía que la columna acabara escorando hacia el optimismo. Y lo ha hecho. Además, Bill Gates ha anunciado que a la pandemia ya le queda poco. Qué nervios. Me pregunto qué demonios vendrá después.
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