Culpables
En los momentos de crisis y de cambio, nada más fácil que apuntar al que viene de fuera
Una persona come pan caliente, le sienta mal y concluye que el pan caliente es malo. Sucede que él o ella tiene una especial sensibilidad ... gástrica, pero la idea de que el pan caliente es malo para todo el mundo ya ha prendido. Así que intentará prohibírselo a los demás. Para protegerlos. Otra persona tiene un problema en su huerto: algo se está comiendo sus tubérculos. Al cavar encuentra un topo y lo mata. El topo se estaba comiendo la plaga que comía las plantas, pues este animal es principalmente insectívoro. Pero el hortelano ha puesto instantáneamente en conexión el daño con el animal que ha encontrado junto al daño. Saltar a la conclusión de que es el culpable ha sido fácil y no le ha dedicado al asunto un segundo pensamiento.
Cada pensamiento es una acción que se sustenta en un camino dentro de las redes de neuronas. Como cualquier acción, la de pensar puede ser automática, instantánea, un enlace entre conceptos que el aprendizaje ha vuelto rápido, pero también ciego a tantas cosas que podrían cambiar la conclusión. Según parece, al cerebro le gusta ahorrar energía y automatiza muchos de los procesos que tiene encomendados. Si lo hace en situaciones simples, con resultados no siempre buenos, ¿qué no hará para librarse de la angustia que provocan la complejidad y la incertidumbre?
Basándose en esta tendencia hay agentes que nos sirven culpables (ni siquiera les conceden la presunción de inocencia) para muchos de nuestros problemas. Cuanto más visible sea el supuesto agente dañino y más fácilmente se pueda vincular al daño, aunque solo sea por proximidad, más útil le resultará como cabeza de turco al expendedor de causas fácilmente identificables y soluciones simples.
En los momentos de crisis y de cambio, cuando hay amenazas ciertas en el corazón de las sociedades, nada es más fácil que culpar al que viene de fuera. Identificar al otro, señalarlo, extender la culpa de unos pocos a toda una comunidad, es una tendencia natural de nuestro perezoso cerebro, que busca símbolos, oposiciones, conceptos e identidades en las que calzar la realidad para sentir que esta es manejable. Nuestra especie se siente segura en el redil de una identidad colectiva, pero no ha logrado crear una para toda la especie. Quienes explotan el miedo y los automatismos del juicio, los que señalan claramente al culpable de todos los males y enumeran las acciones directas que tomarán para acabar con el mal, no nos ofrecen soluciones reales. Su mapa simplificado de la realidad está dejando demasiadas cosas fuera. Pero, eso sí, puede atraer a mucha gente harta del 'wokismo' y su correspondiente plano reductor del mundo, con su recetario de soluciones que van de lo contraproducente a lo simplemente irritante.
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