Un año más, he tenido la oportunidad de ausentarme de las fastuosas fiestas de Bilbao; en mi barrio, el Casco Viejo, son como el epicentro ... del terremoto. No tenía ganas de ir lejos y mi elección de cercanía ha sido un acierto. A veces, no hace falta mucha distancia para cambiar de aires y escribir en un sitio a gusto. He pasado esos días en un lugar confortable, lleno de Historia y que se ubica en un hermoso y amplio entorno: el Hotel Puente Colgante, en Portugalete. Además, me dieron una habitación cuya terracita daba al puente en el punto más cercano al mismo. Me acostumbré por ello a que mi tiempo se acompasara con la cadencia del paso de la barquilla sobre la ría.
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Manuel Calvo hizo su fortuna en Cuba con diversos negocios, no todos encomiables. Natural de Portugalete, soñó con erigir en su querida villa una casa que fuera en su día un hotel elegante y cosmopolita, al estilo de los grandes hoteles europeos. Se terminó de construir en 1871. Calvo fue un generoso benefactor de Portugalete y sufragó numerosas obras y mejoras, además de su labor social. De Manuel Calvo escribió Juan Antonio Zunzunegui que «daba a manos llenas», pagaba «el servicio de los soldados pobres» y hacía por erradicar la mendicidad en las calles.
Calvo volvió en 1898, cuando el desastre de Cuba. Tuvo que asombrarle que al lado de su palacio se hubiera construido el puente colgante, prodigio de arquitectura del hierro, unos años antes. Calvo donó el hotel al Ayuntamiento con la condición de que sus beneficios se destinaran a obras de caridad. El edificio y consiguiente hotel pasaron por múltiples avatares y manos. En 1873, durante la Tercera Guerra Carlista, albergó una batería liberal. En sus habitaciones se hospedó la famosa emperatriz Zita. Durante la Guerra Civil, sirvió de refugio antiaéreo. En 1993, un devastador incendio dañó mucho el hotel, pero fue restaurado. Y ahí sigue, ante un bello brazo de la ría, más de siglo y medio después
En la actualidad, el hotel lo dirige Ricardo Campuzano, un profesional de la vieja escuela de directores de hotel, a la que por ejemplo pertenecía en la ficción Carlo Carlucci (el gran Clive Revill) en 'Avanti' de Billy Wilder, que no se limita a dar hospedaje y manutención a sus huéspedes, sino que se implica en la vida del hotel y valora y divulga la romántica pátina literaria que brilla en ese palacio decimonónico de estilo historicista clásico. En armonía con el imponente gigante de hierro que acompaña al hotel del indiano, otra muestra de romanticismo felizmente intemporal: el puente colgante transbordador en funcionamiento más antiguo del mundo.
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