Gustave Eiffel, ingeniero de formación, comenzó su carrera trabajando en puentes para la red ferroviaria francesa. También fue responsable de la creación de la estructura ... metálica de la Estatua de la Libertad. Se convirtió en empresario y fundó una firma de carpintería metálica en 1864. Todos recordamos su apellido y lo identificamos con esa torre que cambió la vida de París y del mundo, pero nadie sabe quiénes intervinieron sustancialmente en su construcción.
La torre -es decir, su diseño- fue seleccionada entre más de cien proyectos presentados para la Exposición Universal de 1889 y tardó en construirse dos años, dos meses y cinco días; un tiempo récord para semejante obra. Fue diseñada para que durara 20 años, pero ha pasado el siglo y ahí sigue con siete millones de visitantes al año que hablan todos los idiomas que existen mientras abren la boca mirando la estructura inolvidable.
La torre, como en su momento sucedió con el bamboleo estructural del museo Guggenheim, provocó movimientos ciudadanos, protestas e indignación por el coste exagerado de la obra. El turismo, esa fuente de riqueza inusitada, gira hoy en torno a los desafíos que tuvieron lugar en la historia. Desde las Pirámides a Versalles pasando por Nôtre Dame, el mundo se ajetrea gracias a la armonía y belleza de la cultura, el arte o, lo que es lo mismo, la vida infinita de lo sublime. Está bien ir a la playa, sentarse a quedarse bobo tomando una cerveza fría después de un baño, pero deberíamos aprovechar esos ríos de turistas para refrescar la verdadera historia de nuestras ciudades.
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