Sabiduría
En las plazas debería haber un abuelo o una abuela leyendo un cuento
Todos deberíamos tener un sabio de referencia, alguien que, aunque nada tenga que ver con nosotros, posea esa certeza vital que es el sentido común ... y que reconduce hacia la realidad al más perdido. Los abuelos tenían algo de eso. Escuchaban y luego, como si corrieran un telón que no veíamos, te regalaban un par de frases capaces de hacerte volver al camino. Pero ahora andan enredados en sus pequeños desafíos, que no son otros que permitir a los nietos conocer los placeres de la vida y que hagan lo que les venga en gana sin que sus hijos se enteren. Me cruzo con abuelas que llevan gominolas escondidas en el bolso, que han puesto en el salón una mesa con pinturas para que sea compatible la televisión con el disfrute de la nieta, que esconden chocolate, que pintan uñitas multicolores y se dejan destrozar el trabajo de la peluquería porque peinar a la abuela, tener ese control, les chifla.
Tengo fichado a un abuelo, por cierto, de muy buen ver, que recoge a su nieto en la parada del autobús y se sienta en un banco de la plaza para que el pequeño meriende. Desde mi ventana, y a estas alturas convertida en una 'voyeur' impenitente, contemplo su liturgia y su intención babeando por esa intimidad que marca y marcará la vida de ese pequeño. El niño trepa con la agilidad que le proporciona la costumbre por el cuerpo del abuelo, hasta sentarse en sus muslos y quedar cobijado entre sus brazos. El abuelo saca entonces un cuento y una chocolatina. El niño la desenvuelve mientras el lector queda reunido en un abrazo que incluye a su nieto y el libro. Se aclara la garganta, vigila de reojo al pequeño. Uno mordisquea el placer prohibido, el otro le habla, imposta la voz, lee, suelta una mano que revolotea el aire y que el niño mira paralizado unos instantes, para volver con sus ojos brillantes como botones antiguos a la lámina que ilustra la página.
Todos deberíamos tener un sabio de referencia, alguien que nos conduzca durante un rato a la felicidad. Una queda pasmada por los infinitos caminos por los que la fantasía puede transcurrir y hasta pernoctar sin la necesidad de tener algo electrónico en las manos. 'Barrio Sésamo' estaba muy bien. Lo de 'cerca y lejos', 'aquí y allí', nos dejó situados, pero resulta que ahora los conceptos, como casi todo, son líquidos e inaprensibles y lo de dentro y fuera, o cerca y lejos, ya no está nada claro.
En las plazas, igual que ponen toboganes, debería haber un abuelo o una abuela leyendo un cuento, porque los ángeles de la guarda se han retirado del mundanal ruido y necesitamos sabiduría para mostrar la vida de dentro a un niño.
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