Robert
Cuando Redford le lava el pelo a Meryl Streep, yo dejé de existir durante unos minutos
No sé de dónde viene esa costumbre de desear reposo o descanso eterno a quien muere. A veces lo decimos con hondura en el sentimiento, ... sabiendo que la vida, a partir de cierta edad cansa y hasta agota. Mi Robert tuvo la suerte de morir mientras dormía, pero aun con este último premio, me cuesta adentrarme en los recuerdos sabiendo que ya no está. A veces, el corazón va dejando amarres en los puertos de la vida donde uno fue feliz; una puerta abierta, una esperanza por si se nos ocurre un día volver. No somos demasiado conscientes de que, afortunadamente, parte de nuestra vida ha sido robada por la belleza, esa emoción que te atraca a mano armada y te hace rehén de su poder.
En 'Memorias de África', cuando Robert Redford le lava la cabeza a Meryl Streep de una manera inolvidable, yo dejé de existir durante unos minutos. Muchas mujeres le hubiéramos dado el sí quiero en el momento en que el actor, cuidadosamente, sin que le entrara jabón en los ojos, vertió la jarra de agua sobre el nacimiento del pelo de su amada. La escena contenía una sabiduría emocional que daba escalofríos, una ternura que saltaba más allá de la pantalla y un erotismo que ningún desnudo ha podido alcanzar. Le juré amor eterno, a Dennis Finch-Hutton, el personaje, y al actor por encarnarlo como si residiera en su corazón.
Mi Robert era uno de esos hombres que narra lo que significa su silencio con la mirada, uno de esos hombres sólidos que encierran lo mejor de la masculinidad. Es verdad que le acompañaba el físico; sus ojos azules, las mandíbulas determinadas y el pelo abundante, pero sinceramente creo que su aspecto no era sino un valioso complemento de lo que se intuía.
Renové mi amor en 'El hombre que susurraba a los caballos' y reconocí que me gustaban los vaqueros, esos hombres contenidos que no podían entregarse a las emociones sin permiso de la naturaleza. Reconozco que todavía hoy, cuando los días se me amontonan insípidos, busco la película y me entrego a esa seducción majestuosa de África y de sus intérpretes. Isak Dinesen es el seudónimo de la baronesa Karen Blixen, la protagonista de esta historia, cuyo libro, en mi opinión, no tiene el brillo de los ojos de los protagonistas de la película. Meryl Streep dijo que se había enamorado platónicamente de su pareja cinematográfica y al saber su muerte añadió que se había ido uno de los leones. ¡Suerte tuvo de disfrutarlo! Yo agradezco a la literatura, a la cinematografía y a la cultura en general que los mejores se vayan dejando un rastro indeleble de su paso por esta vida.
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