Había oído el nombre de Taylor Swift, compositora y cantante americana, aunque mi inconsciente pasara de asociarlo con la escogida por la revista 'Time' como ... persona del año. Existe, respecto a la música, una pereza, un olvido o si se quiere una elección tozuda en los que peinamos canas. Con la música nos negamos a abrir la puerta intima de las melodías que nos mecieron el alma; son demasiadas armonías memorizadas, canciones asociadas a acontecimientos, conciertos en los que vibramos, pero no se puede dar la espalda a un fenómeno mundial que convoca a millones de jóvenes. Se llaman a sí mismos 'swifties', pagan dinerales por una entrada a sus conciertos y hacen cola para adquirir un 'merchandising' mitómano 'made in China'.
Esta semana Taylor Swift ha ofrecido dos conciertos en Madrid. Sus 'swifties' pernoctaron en los alrededores del Bernabéu vestidos con lentejuelas para ocupar uno de los 130.000 espacios para morirse de amor por la chica de Wyoming. Tiene una gira por el mundo que dejará pequeños a los Rolling y, además, si se le ocurre abrir la boca para pronunciarse sobre lo que quiera, las tendencias sociológicas y los comportamientos de sus seguidores pueden hacer balancearse al mundo.
Esta chica guapa y brillante se ha confesado admiradora de Donald Trump y declaró en 2015 que el magnate podía ser un buen presidente y que estaba de acuerdo con su política migratoria. Luego cambió de opinión y apoyó a Biden, así que Trump le mandará flores para recuperar su glamour y tendremos que admitir que la tendencia en materia de líderes pende de un hilo mientras algunos escuchamos 'Ne me quitte pas'.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión