Nostradamus
Hace años, cuando la ciencia no nos tapaba la boca de forma tan certera, había un boticario francés conocido como Nostradamus al que se atribuían ... dotes adivinatorias. Cada diciembre, los agoreros iban a consultar su libro 'Las profecías', escrito nada menos que en 1555, para interpretar su colección de casi mil cuartetas poéticas en las que supuestamente el sabio realizó predicciones de lo que iba a ocurrir en el futuro de este mundo incierto. Ni que decir tiene que la mayoría de ellas son interpretadas con esa macabra costumbre de anunciarnos las catástrofes como si pudiéramos escapar a otro planeta para que no nos pillen los desastres.
Pero desde que existen el CIS y el famoso Tezanos, las predicciones han dejado de tener gracia y ni tan siquiera surgen aquellos personajes que tanto nos enseñaban de las extrañas certezas del azar. La verdad es que este verano va a ser muy raro. El programa estrella de los dimes y diretes desaparece, desaparece también, gracias a los dioses del sentido común, el ceño de la Montero y su corte de doncellas letales para el feminismo. A cambio hace su aparición el presidente simulando entrevistar a sus ministros en lugar de poner un espejo y acabar antes, y la oposición coloca una playa de cartón piedra sacando a pasear la antigüedad del verano azul. Con poca imaginación y muchos asesores nos ofrecen las esencias de esa infantilidad patética con la que nos hablan desde sus olimpos. Ya nadie hace frente a este aburrimiento y echo de menos a los deslenguados funambulistas que equilibraban las desvergüenzas de los candidatos: Rappel, Esperanza Gracia, Paco Porras o la discreta Aramis Fuster.
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