Cansinos
Hay que afear la conducta de los que se comportan como amos del universo
En ocasiones he censurado el excesivo y enconado empeño reivindicativo de algunas mujeres a la hora de exigir sus derechos. Soy de las que creen ... que el movimiento se demuestra andando, pero debo reconocer que no hay que bajar la guardia ni dejar de afear las conductas de los que se muestran tan enraizados en su comportamiento de amos del universo. El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, recibió hace unos días al presidente del Barça, Joan Laporta, y a la capitana del equipo femenino de fútbol ganador de la Champions, Alexia Putellas. En el momento de la foto ante la prensa, los cansinos gallos tiraron de una camiseta del equipo culé mientras la verdadera protagonista del triunfo tiraba de una manga para poder salir en la imagen. Existen todavía algunos señores que no se han dado por enterados de que tan solo por su pertenencia a la clase política o por presidir un club de fútbol no gozan de superpoderes.
Los gestos de los pavos reales no pudieron ser más maleducados, prepotentes e irrespetuosos, aunque parte de la prensa los llame «polémicos» en esa fatídica equidistancia con que se califican las posturas de los que poseen la llave del reino. El alcalde salió a disculparse un par de días después por redes sociales, posiblemente aconsejado por su cortejo de asesores. Polémicas aparte, ya se le había visto la patita.
Hasta el momento, las mujeres hemos rechazado liarnos a puñetazos para exigir lo nuestro, pero una cae en la tentación de comportarse primitivamente cuando se producen estas escenas. Tendemos a banalizarlas, como el «piquito» de Rubiales, pero no quiero hacerlo porque estoy hasta la peineta de que los representantes públicos cometan estas torpezas y que sean disculpados como niños.
Precisamente estos días me encuentro paseando por Barcelona, esta ciudad que adoro y que siempre pensé que ni la política ni el insaciable turismo iban a poder robarle ni un pellizco de su belleza, pero también en esto cambio de opinión. Preciosa y bulliciosa en un Babel que sube los precios sin parar, en la mediterránea ciudad de Gaudí los turistas llenan el Paseo de Gracia con colas de asiáticos frente a los comercios de lujo. Hay auténticos atascos en sus aceras, mientras los tradicionales rateros se han vuelto tan profesionales que podrían haber estudiado su oficio con Arsenio Lupin. Media ciudad ha sido entregada al mundo y la otra media trepa Ensanche arriba en busca de un banco donde charlar al atardecer. Pienso en esas ciudades acogedoras que aún no han lanzado la moneda al aire para apostar por el turismo. Ojalá se lo piensen porque las ciudades tienen alma y con el tiempo una se da cuenta de que la han perdido.
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