La clave
Si te consideras un ser ridículo, no te traumes. Todos lo somos. Mira al bueno de Boris Johnson, por ejemplo. Serlo no le ha impedido ... llegar a primer ministro. O mira a Novac Djokovic, campeón del torneo mundial del ridículo y sin embargo lo comparan con Jesucristo. Pero está bien, no pasa nada. Es lo normal. Es el destino de la persona humana de hoy, creo. De hecho, pretender no ser ridículo resulta ya sospechoso. Alguien te va a soltar: ¿Acaso te crees perfecto? Una pregunta fácil, difícil de contestar. Porque, ojo, vivimos en una época de estricta observancia. ¿Acaso pretendes ofender a los millones de seres ridículos que tenemos tanto derecho como tú a ser felices? Que Boris o Novak sean ridículos es estupendo. Yo creo que esta es la lucha moderna guay de ahora: no importa lo que seas, más negra o más blanca, más rico o más pobre. Eres un ser humano: solo eso. O sea, no eres un dios, no sé si me explico.
Por eso, lo que no es estupendo es que seas arrogante. Ese es tu error, amigo. ¿Quieres ser arrogante? A ver si lo he entendido: ¿Eres ridículo (porque lo eres) y quieres ponerte arrogante? Estos tiempos son interesantes por eso. La vieja y entrañable arrogancia de las élites de antaño ya no funciona. Funcionaba hasta hace poco, pero mira. Ahora hay que hacerse el humilde. Sobre todo, si eres un líder o algo. Y tienes que conseguir hacerlo muy bien. Hay que ensayar, pero se aprende. Yo se lo digo, más que nada, al tipo ese que se pone tan chulo, no sé cómo se llama. Pero, bueno, es un consejo que vale para todo el mundo. Hacerse el humilde: esa es la clave. ¿Has visto lo bien que lo hace Sánchez? Pues aún se puede mejorar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión