La bronca que nos viene
En la segunda jornada de la sesión de investidura tomó cuerpo la indignación en las bancadas de la oposición. En cuanto sobrevoló la sombra de ... ETA (y eso ocurre cada vez que EH Bildu toma la palabra porque sigue sin condenar los atentados, secuestros y amenazas que cometió la banda) el hemiciclo se partió en dos. Pero la línea divisoria ya no se traza entre constitucionalistas y secesionistas. No. Con Sánchez amarrado a los apoyos que necesita, el PSOE se diluía en el paisaje. Sus socios son quienes marcan el paso de la legislatura más inestable que se nos avecina. Mertxe Aizpurua aludió, sin rubor, al «miedo» y al «terror» que, en su opinión, inflige la derecha, siendo ella la menos indicada para utilizar esos términos que hay que aplicarlos, con rigor, a quien corresponde: a ETA.
Se indignaba el PP, con víctimas tan dolientes en sus filas como Jiménez Becerril. Ciudadanos y Navarra Suma. También los 52 diputados de Vox. El PSOE tiene a muchas víctimas de ETA entre los suyos. Pero ayer callaba. El hijo de Fernando Múgica, asesinado por ETA, que se dio de baja del partido el año pasado después de la cena navideña de Idoia Mendia y Otegi, recriminaba a Sánchez en una carta manuscrita que quisiera alcanzar la investidura «con la ayuda del fascismo que nos asesinó en el País Vasco». Pero Sánchez cargaba contra la derecha. La vuelta a los bandos como valor seguro de su permanencia en el poder.
La primera votación de la investidura escenificó la frágil mayoría en la que se cimentará el Gobierno de Pedro y Pablo. Con 166 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones. Los socios que le van a permitir gobernar se sienten fuertes. Porque a él lo ven débil. EH Bildu se permitió arremeter contra el Rey. Y Sánchez no lo defendió. Meritxell Batet, la presidenta del Congreso, se inhibió. Confundiendo la libertad de expresión con los insultos a una institución democrática. Esa fue la cuestión. Sánchez rehusó defender a Felipe VI de los ataques de EH Bildu porque los necesita. Por eso fue tan condescendiente con el grupo de Otegi. Sánchez es ya rehén de todos los que quieren romper el marco constitucional. La de mañana, martes, será una sesión apretada. La investidura estará cogida con alfileres. Lo más difícil será gobernar. Sánchez ha mutado en tantas ocasiones que no sabemos si gobernará con la Constitución pero sin ERC o sin la Constitución pero con los independentistas. O si le gobernarán a él. ¿Una democracia es viable al margen de la ley? Es la pregunta del millón.
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