Siendo epidemiólogo y escalador, Fernando Simón se ha vuelto malabarista. Siendo zaragozano, se ha vuelto medio gallego. Poco le pasa, estando desde el 25 de ... enero bajo los focos. Su repentino don para el equilibrio y el matiz se demostró ayer, cuando le preguntaron si las manifestaciones pueden originar contagios, y él vino a decir que hay que valorarlo todo mucho, por ejemplo cómo se manifiesta el manifestante en cada manifestación.
Publicidad
La pregunta iba por los episodios de lucha vecinal en la calle Núñez de Balboa de Madrid:ese montón de gente bien haciendo el mal por el lado de la distancia social. Todos demasiado juntos, con sus chalecos acolchados, sus polos de cuello alzado, sus banderas nacionales, sus certezas relucientes y sus cacerolas abolladas (o viceversa). De no existir el precedente del 8-M, y de no tener que medir tanto sus palabras, quiero pensar que Fernando Simón habría dicho ayer lo que ojalá hubiese dicho en marzo:«Pedazo de idiotas, hay una epidemia: no os juntéis, no os aglomeréis, así lo hagáis por el feminismo, por España o por el Joventut de Badalona».
El estallido antiautoritario en el barrio de Salamanca –gente con pasta y atiborrada de propaganda que se revela contra la tiranía inexistente como si fuesen catalanes– es otra de esas cosas que nunca esperamos ver. Pero el sueño de la polarización produce monstruos y todo el mundo tiene derecho a llenar de furia el país, no vaya a ser que la realidad siga sin parecerse a Twitter. La política madrileña es un turbio frenopático: Díaz Ayuso amenazando sonriente con la revuelta de los emprendedores arruinados; Rafael Simancas soltando que las cifras de la epidemia son tan terribles en España porque Madrid está en España. Mientras tanto, en Núñez de Balboa creen que la Policía comunista los persigue y gritan «¡libertad, libertad!». Necesitan que algún premio Loewe les ajuste el eslogan para que rime la subordinada:«¡pero no libertinaje!».
Deberíamos hacer lo de Ferlosio:dejarnos por imposibles como buenos hermanos. Ymantener la distancia social hasta que el virus pase. El sueño de la polarización, al menos, también produce 'sketchs':Pablo Echenique, vecino del barrio de Salamanca, señalando muy digno a los ricos que viven en el barrio de Salamanca.
Publicidad
PAÍS VASCO
Los detalles
Si el informe diario de Osakidetza sobre la evolución del coronavirus sigue adelgazando, pronto será una de esas notas amarillas que se escriben en el móvil. Se leerá en ella «Coronavirus/Koronabirusa» y debajo aparecerá un emoticono:pulgar arriba, si la cosa va bien; pulgar abajo, si la cosa empeora; muñequito encogiéndose de hombros, si la cosa ni fu ni fa. En un mes han perdido esos informes diarios que en algún momento se presentaron como ejemplo de transparencia casi 19 folios. Yayer desaparecieron en ellos repentinamente los datos distribuidos por municipios y áreas de salud. «Dado que la tendencia de la epidemia sigue siendo positiva, los datos ofrecidos seguirán adaptándose a las circunstancias», explica Osakidetza. Y eso tranquiliza mucho. Porque cualquiera sabe que es precisamente cuando las cosas van muy bien cuando los gobiernos, por pura modestia, prefieren no entrar en detalles.
BARCELONA
Cero avanzada
Los tiempos del coronavirus son también asombrosos por el lado del lenguaje. Hemos visto cómo se vuelven de uso común las expresiones más contradictorias y alambicadas y ahora vemos cómo en unos días las expresiones irónicas se vuelven totalmente serias. Cuando en el País Vasco comprobamos que la fase 1 de la desescalada se ponía en marcha con restricciones, se popularizó lo de la «fase 0,5». Era un chiste. Pues nada. Ayer vimos a Ada Colau solicitar para el área metropolitana de Barcelona la fase 0,5 o –es aún mejor– «cero avanzada».
Publicidad
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión