Asesinatos
Las mujeres, está claro, matan mucho menos. Pero las que lo hacen...
Una cosa son las opiniones y otra es la ciencia. Una cosa son las opiniones mal fundadas y otra las opiniones fundadas. Y el fundamento ... es cosa de ciencia. Para saber qué pasa a nuestro alrededor hacen falta datos, no casos. Pero abrir la boca virtual en las redes es gratis y más para los bots, que son robots sin cuerpo, programas que se las apañan bastante bien solos, como los que trabajan estos días infatigablemente a favor de Pablo Casado. Los bots replican mensajes y hasta los crean y hacen propaganda con mucha tenacidad, a veces un poco torpemente y siempre sin conciencia, lo cual los hace perfectos para el trabajo. En los últimos días ha sido noticia que a ERC le han cerrado 130 cuentas tramposas, pero al PP, que es más trabajador, le han clausurado 260, Facebook a su vez ha inhabilitado 100 perfiles falsos que remaban a favor de los populares, si contamos los de Facebook mismo y los de Instagram. Y los que caerán. Las redes tienen una gran importancia en estos tiempos y a ellas llevamos las personas nuestra buena o mala voluntad, nuestras opiniones, bien o mal fundadas, que a veces hasta parecen cosa de bots, y nuestras mentiras.
El pobre Jesús Mari Baranda, el jubilado vizcaíno cuya cabeza se ha encontrado en una caja, mandaba mensajes por Whatsapp cuando, según todos los indicios, ya estaba muerto. Sus amigos tenían una sospecha dolorosa, y la principal sospechosa es la pareja del difunto, que entregó la prueba dentro de una caja a una amiga para que se la guardara. Es probable que se haya estado deshaciendo del cadáver a trozos y lo truculento y horrible del caso, como decía ayer Pablo Martínez Zarracina en la edición vizcaína de este periódico, lo volverá inolvidable. También decía Zarracina que «al instante» ha habido «gente utilizando el caso a su favor en la clase de guerras culturales que han devenido en tanganas chifladísimas». Y añadía que «se empuñan las más violentas anomalías como categorías generales».
En realidad este caso y el del monstruo llamado Ana Julia Quezada (que no tiene la culpa de ser un monstruo, pero a la que no me gustaría volver a ver en la calle ni en su vida ni en la mía) llaman más la atención por el sesgo cultural que nos lleva a imaginar que las mujeres somos o deberíamos ser incapaces de actos violentos. Luego, los bots, los tontos y los malintencionados convierten los casos extraordinarios en norma. Un equipo de 50 investigadores publicó a finales de 2018 un estudio, según el cual, en España el 62% de los homicidios corresponden a hombres que matan a otros hombres, el 28% a hombres que matan a mujeres, el 7% a mujeres que matan a hombres y el 3%, mujeres que matan a otras mujeres. Lo de siempre: la misma (mala) naturaleza ajustada de forma algo distinta. En conjunto las mujeres, está claro, matan mucho menos. Pero las que lo hacen, lo hacen como el que más.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión