El amor
Esforzarse en desconocer la diversidad es perverso y propicia el odio
Lo confieso, me he enganchado a 'First Dates'. Ya sabes, el programa de primeras citas que presenta Sobera. Ha sido una de las cosas buenas ... del confinamiento. Creo que es un programa infravalorado y que debería verlo todo el mundo. Me encantan las caras de la gente no famosa que sale cada día. Sus caras y también sus vidas, porque la mayoría saca rápidamente su pequeña vida y la pone ahí sobre la mesa con una naturalidad y un candor impúdico fascinantes. En teoría es un programa de amor, pero ¿qué diablos es el amor, alguien lo tiene medianamente claro? El amor es un territorio amplio y un concepto nebuloso. Cada cual tiene sus experiencias, cada cual tiene sus gustos, sus decepciones y sus expectativas. Además, todo el mundo cree tener algo valioso que decir al respecto y al final es un lío de cuidado.
Para mí, el verdadero tema del programa no es tanto el amor como la gente. Lo que vemos ahí es gente. Y en concreto, españoles. Quizá más de unas autonomías que de otras, pero eso no viene al caso. Mi madre, que ya es octogenaria, dice que ahí sale gente muy rara. Y sin embargo yo creo que lo que sale, precisamente, es la gente normal. Y creo que gran parte del desconcierto y malestar contemporáneos proceden de que no sabemos cómo es la sociedad en la que vivimos. La gente de hoy. Creemos que tienen que ser más o menos como nosotros. Y no. A mí, lo que me fascina es la maravillosa diversidad que se nos muestra como si nada. La pluralidad de estilos, de discursos, de estéticas. Y sobre todo de sexualidades. La sexualidad humana ha explosionado en los últimos años y este programa te mete la tolerancia por los ojos. Yo estoy aprendiendo muchísimo.
A veces nos dejamos influir por prejuicios y estereotipos del pasado. Pero el pasado, pasó: alegrémonos. Cuando yo era un adolescente la sociedad era muy homogénea. Todo el mundo vestía y se peinaba igual. El régimen militar y la Iglesia católica controlaban eficazmente la opinión pública y dictaban la moralidad hasta en lo que tenía que ver con la largura de las faldas. Pero aquello quedó atrás. El ser humano cambia. Evoluciona. El español también, no crean lo contrario. Y en el terreno concreto de las nuevas identidades de género y de las nuevas formas de entender y vivir la sexualidad, el asunto se ha complicado mucho. Pretender ignorarlo es ingenuo. Esforzarse en desconocer la diversidad es perverso y propicia el odio. No obstante, ante cualquier duda al respecto, sugiero recordar siempre lo que decía el escritor francés Victor Hugo ya en el siglo XIX: «La libertad de amar es tan sagrada como la libertad de pensar».
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