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Los miembros de la expedición trabajan en la preparación del material, ya en Nepal. Fernando J. Perez
Expedición al Manaslu

Katmandú bella y caótica

Primera jornada de la aventura de Alex Txikon en tierras asiáticas

Sábado, 2 de enero 2021, 12:26

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Katmandú. Caótica e hipnótica. Bella y sucia. Hacía nueve años que no la pisaba, pero por ella el tiempo no parece transcurrir. Para bien y para mal. El recorrido entre el aeropuerto y el hotel y una rápida visita a Thamel para hacer algunas compras urgentes son suficientes para comprobarlo. La cuarentena a la que estamos sometidos no nos permite muchos más movimientos más allá de los estrictamente necesarios para los preparativos de la expedición.

Ahora faltan los turistas, los montañeros -los hippies hace años que desaparecieron, salvo honrosas y notabilísimas excepciones-, pero la ciudad no parece echarlos en falta -seguro que su economía sí-. El bullicio de sus calles, el tráfico anárquico y peligroso pero a la vez con una armonía fascinante e hipnótica (el autor de la teoría del caos sin duda debería darse una vuelta por aquí)… Todo sigue prácticamente igual que como hace una década.

La eterna imagen de ciudad inacabada se mantiene inalterable. Y no es culpa del terremoto de 2015, que en la capital nepalí solo afectó a algunos templos y edificios históricos. Es parte de su encanto, de su belleza. De su fealdad.

En este primer día de reencuentros sucumbimos también a terminarlo en el Fire and Ice, la pizzería más famosa de Katmandú. Y de todo el planeta alpinístico. Regentado por una italiana ya septuagenaria (sus secretos son sin duda equiparables a los de la difunta Miss Hawley), lleva abierto casi tres décadas. Un tiempo en el que han degustado sus pizzas y su famosa ensalada de tomate con mozzarella todos los alpinistas que han visitado el Himalaya, desde Messner a Txikon. Si sus mesas hablaran… contarían relatos de vías inacabadas y montañas soñadas, pero también de celebraciones inconfesables y secretos de campo base…

En el Fire and Ice concluyó un día largo. Larguísimo. De casi 40 horas. Como lo son todos los primeros de una expedición. Una jornada que comienza muchas horas antes, cuando cierras la puerta de casa y enfilas hacia el aeropuerto con una petate rebosante de ropa y material, pero también de ilusiones, temores e incertidumbres. Esta es mi séptima expedición siguiendo a alpinistas vascos para EL CORREO y el del Manaslu será mi noveno campo base de un ochomil, pero el nudo en el estómago mientras enfilas hacia el aeropuerto, la noche en vela anterior a la partida haciendo recuento de todo, son como en la primera.

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