Todo lo que Ashima Shiraisi aprendió cayendo una y otra vez
La prodigio de la escalada narra en un precioso cómic su relación con un problema de escalada, con la esperanza de que se convierta en un modelo para los más pequeños
Óscar Gogorza
Martes, 28 de julio 2020, 01:09
Todos los adjetivos para describir a la escaladora Ashima Shiraishi se quedaron cortos hace ya un rato: 'el prodigio de la escalada', 'el fenómeno del búlder' o 'la chica araña' sirvieron para describir acertadamente su talento precoz y una fortaleza y determinación en claro contraste con su estampa de niña, pero una niña que a los 13 años de edad ya escalaba en el noveno grado de dificultad. A los 10 años, ya era capaz de resolver problemas de búlder y vías de cuerda que habían frustrado las intenciones de éxito de los mejores escaladores del planeta. De padres japoneses que emigraron a Nueva York en 1978, y con doble nacionalidad, todo el mundo recuerda cómo a los seis años de edad la pequeña Ashima se encaramó a unos bloques en el extremo sur del neoyorquino Central Park. Fue un flechazo, uno de esos raros instantes que determinan una vida. Su padre vigilaba sus movimientos, entre extasiado y asustado. Apenas tres años después, los principales diarios estadounidenses escribían acerca de su figura, y su cara empezó a congraciarse con las cámaras de numerosos programas televisivos de entretenimiento. Después, le llovieron los contratos de publicidad y patrocinio. Ahora que ha cumplido los 19 años, Ashima sigue siendo menuda (1, 54 m y 40 kg), pero ya no es la niña maravilla: sencillamente, el mundillo de la escalada se ha acostumbrado a reconocerla como una profesional, doble campeona del mundo de escalada en la categoría juvenil y una mujer que marca tendencias, y no solo en el plano vertical.
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Cautivar a las nuevas generaciones
Más allá de la influencia que sus actuaciones y su ejemplo hayan podido generar en el público infantil, el cómic que acaba de salir a la calle titulado '¿Cómo resolver un problema?. El ascenso (y caídas) de una campeona de la escalada' debería cautivar tanto a las nuevas generaciones de escaladores como el libro 'Annapurna, primer ochomil' inspiró a varias generaciones de alpinistas. Firmado por la propia Ashima y con ilustraciones de Yao Xiao (el mismo que diseñó la portada de uno de los discos de Katy Perry), la obra editada por Penguin Random House hará las delicias de los lectores más jóvenes, de entre 4 y 8 años de edad. Escalar puede ser muchas cosas, pero en esencia se trata de resolver problemas: ¿cómo llego hasta un punto concreto y deseado sin caerme, hacer trampas y eso con la ayuda de mi habilidad y mi inteligencia? Muchos colegios alemanes, franceses suizos o austriacos disponen de rocódromos: resolver problemas mejora la autoestima de los más pequeños, por no hablar de su motricidad. El libro de Ashima se centra en la narración de su pelea por escalar uno de los problemas de búlder más difíciles del planeta: Golden Shadow, ubicado en Sudáfrica y de dificultad V14 (en una escala que llega hasta el V16). Ashima logró su propósito a los 13 años: fue la segunda ascensión femenina de semejante dificultad. Pero lo realmente interesante no fue el éxito en sí mismo sino el camino de errores, de incontables caídas que la condujeron hasta lo más alto y que ahora narra en su obra. Mientras se enfrentaba a Golden Shadow, Ashima llegó a convencerse (a ratos) de que jamás sería capaz de resolver todos los pasos necesarios para llegar a lo más alto del bloque, y menos a encadenarlos todos con eficacia. El libro pretende enseñar a los más pequeños a creer en sí mismos, a perseverar, a buscar soluciones eficaces que sirvan para afrontar cualquier contingencia en la vida. Después de todo, la casualidad y la ayuda de terceras personas permitieron en su día que ella pudiese viajar y concentrarse en su carrera de escaladora. Un jardinero, también japonés, la vio escalando en Central Park y se ofreció a entrenarla. Al ser tan joven, un rocódromo de la ciudad le permitió usar de forma gratuita sus instalaciones, puesto que sus padres no podían permitirse el pago de la cuota de socios. El resto, vino de su tenacidad y pasión. Justo lo que desea transmitir en su atractiva obra.
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