El Fandi y Castella, a hombros en Haro

Diego Urdiales trajo fervorosos aficionados y parece estar curado de su dolencia. Se cura todo como los embutidos, pero lo que no le cambia es la mala suerte en los lotes. No se dejó fijar la salida el primero y el público, como en todas las plazas del planeta, pitó por picar. El Víctor fue ovacionado en dos pares y el de Arnedo brindó al Aula Cultural Taurina de su pueblo. Probó por el derecho, con gusto y al paso, pero el toro por ambos lados, tras la seguda embestida, huía hacia tablas. Aguantó un momentito y hubo cuatro derechazos y cambio de mano, juego de cadera y mano baja. Algunos más lentos y limpios para coger la zurda y mangar algún pase porque el toro huía ansiando chiqueros o el campo libre.

Se adornó con alguna revolera, puso voluntad en tablas y hasta lució alguna tanda con remate atrincherado en larga faena que no merecía el toro. Mal a espadas. Saludó al cuarto y, tras doblones de prueba, aguantó protestas y calamocheos que no pudo corregir. Al natural, le tocaba la tela en todos los pases y tras pruebas, toques y doblones dando todas la oportunidades al toro, bronco y sin desplazamiento, lo mató de estocada y descabello.

El Fandi recibió a su primero con dos largas de rodillas, veroniqueó bien y añadió molinetes y chicuelinas, llevando al paso al toro y con grandes ovaciones. Provocó el entusiasmo durante toda la tarde y también el patrioterismo aldeano. El conjunto de los asistentes salió mayormente contento. Hace lustros que David prodiga muletazos sin alma, teatraliza otros, da coba al público sandunguero y chungón, y mosquea a un reducido sector.

No se convencen de que es lo que ha sido y seguirá siendo. Me recuerda a aquella copla: «Me lo decía mi madre, cabrita que tira al monte no hay cabrero que la guarde». El nazarí tiene su monte, su línea y su cartel inamovible que apoyó ayer en Haro con siete pares de banderillas espectaculares, sin más. Quitó por navarras, remató por serpentinas y, rodilla en alto, inició el muleteo con momentos lentos por ambos lados y otros templados y abrochados con molinetes, de la firma, trincheras y otros lujos.

En el quinto el presidente Conde, de Cihuri, se volcó sacando dos pañuelos. Inició la tarea El Fandi sentado en el estribo y ligó un centón de pases agachado, curvo, de pie, derecho, encogido y toreando al toro y a la plaza con vueltas y revueltas. Faena muy larga, muy populista y un lanzazo de castigo en vez de estocada. Premio exagerado.

Faena monocorde y monótana la de Castella al soso tercero. Buenas verónicas y media que, con las del sexto, fueron el mejor toreo de la tarde. Trasteo de preparación, muy compuesto y con largura en los trazos. El toro fue remiso para acometer y el torero se reunió en una tanda de dextrorsos un poco encimista. Faena corta y desarme al intento de toreo natural. El toro se fue de mustio mustiando y el torero se desganó. No había más que hacer.

El sexto ofreció nobleza y repetición. El torero templó tres tandas con la derecha a base de personalidad vertical, reunión y liturgia torera. Mejoró lo dicho porque hizo casi lo mismo pero en mucho menos espacio. Poquito al natural y trompicado, para volver a derechear con redondos muy hilvanados y fajos de pases con cambio de mano y proximidad que aplaudió el público. Terminó con mondeñinas y bonitos remates con el de la firma. Fue el contraste de la solemnidad torera, con un toro muy propicio y el alboroto que forma El Fandi y que también tiene importancia desde el momento en que entusiasma a un sector mayoritario de la plaza. Sin este público no habría toros porque los entendidos son poquitos y en muchos casos no pagan.

La realidad taurina es dogmática, canónica, sectaria y a veces injusta. Pero es irrefutable en cuanto a la publicidad y repercusión de los profesionales. Por más vueltas que den informadores, toreros, forofos y gentes de todo tipo y de la mejor voluntad. División de opiniones.