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Blusas y neskas se divierten a lo grande en el primer paseíllo de Fiestas. Blanca Castillo

La marabunta ruge por Dato

Una multitud de blusas y neskas aún con las fuerzas intactas arma la marimorena en el día grande de La Blanca

Martes, 5 de agosto 2025

Por el primer paseíllo de los blusas y las neskas en su versión 25 se dejó caer un tipo que no era de aquí, que ... era de por ahí, del sur, probablemente. Le delataba el acento y, aún más, el desconocimiento de las fiestas, de cómo se las gastan los vitorianos cuando baja Celedón del cielo y la Virgen Blanca les amadrina. El turista en cuestión preguntó a un paisano que no supo responderle si lo que veían sus ojos y escuchaban sus oídos era de curso ordinario. «Pero bueno, ¿así están todos los días?».

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Va a ser que no, pero el incrédulo se convenció de que si regresa a V-G cuando la hierba esté segada y su nueva visita coincida con otra semana festiva, tendrá que apuntarse a «una peña para disfrutarlo desde dentro». Perdón, a una peña, no, a una cuadrilla; y eso si tiene sitio, claro, porque las listas de espera dan miedo. No cualquiera está en condiciones de anudarse el pañuelo a la primera.

Por la calle Dato pasó una marabunta de blusas y neskas, multitud de tipos populares vitorianos que se comportaron como ñúes en el Serengeti. Rugieron. Lo de ellos sí es una gran migración, de la plaza de España a ninguna parte porque la de toros está cerrada y su destino carece de coordenadas y lógica. Pasaron en manada entre el asombro y el desconcierto y los espectadores, en gran número, se entusiasmaron con el ambientazo.

Tanto como que los vitorianos que esperaron a los blusas y neskas se armaron de paciencia y toleraron de nuevo esa media hora de vacío entre el paso de las cuadrillas de la Federación y las de la Comisión. Sinceramente. ¿No hay manera de que se pongan de acuerdo y se dejen de sandeces? Que lo hagan en consideración hacia sus vecinos y amigos que se citan a verles desfilar y tienen que soportar una espera innecesaria. Fueron dos horas y media de kalejira. Hasta casi las siete de la tarde.

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El día más grande de las fiestas de La Blanca siempre lo es de los blusas. Ahora también de las neskas, cada vez más y más integradas en la jarana. A los mozos les ganan en fotogenia. En cuanto ven una cámara, fotográfica o de móvil, y no digamos ya si es al popular Julio Roca al que le echan el guante en la curva con Florida, las chavalas como que se ponen divinas de la muerte y ahí que posan todas ellas, cuantas más mejor, unas encima de las otras, por los suelos, de rodillas, con sus cabellos tintados, los labios rojo intenso, sus uñas de salón de belleza y sus poses de modelo. Los chavales son más básicos, también menos finos.

A las calles de Vitoria salieron miles de blusas y neskas, un colectivo infinito repartido entre una treintena de cuadrillas. Por esa pasarela que también es la Dato, donde uno o una sale a que le vea la tía, el abuelo o el noviete, desfilaron frescos como las verduras, inmaculados los trajes, las gargantas de tiple. Era el primer día. Como para estar derrengados desde 5 de agosto. Con las fuerzas intactas, pero no todos con la actitud bailonga y un poco canalla que debe tener la chavalería festiva, y los decadentes igualmente, las cuadrillas armaron la marimorena a la hora del café, con las terrazas y veladores repletos de vidrios ocupados.

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Barras móviles

Feliz de la vida debe estar Juan Carlos Antolín y los hosteleros a los que representa, porque si la vista no me engaña, el sector está haciendo caja. Más cabreados estarán los tasqueros con las cuadrillas, con todas, porque llevan barras de bar móviles en lugar de artilugios de bufa, como antaño a los toros, en sus paseíllos, y no gastan en el interior de los cafetines. Ya se sabe:un blusa, una jarra;una neska, otra jarra. Así, ocupadas, de lo que sea, hasta de agua, llevan las manos. Luego no les da para saltar, no vaya a ser que le moje con la vaca verde al de al lado y tenga que intervenir de urgencia la Comisión de Igualdad de la Comisión de Blusas y Neskas para valorar la tipología de la agresión en el recinto festivo e imponer la sanción pertinente. Castigado. Por la noche, sin bocata de atún con mayonesa ligera.

Con la música de fanfarre o txaranga traída de Majadahonda o Benicarló, por ejemplo, se ha ganado en bullicio, en jarana, en ruido en los paseíllos. El megáfono da mucho juego al hombre orquesta que viste por pantalón corto un culote histriónico, de colorines y monigotes. Entre el Tsunami show, El conejo de la Loles, Txarangutanes y demás, la fiesta está servida, solo que la escuchan los que avanzan al lado, porque aquellos blusas y neskas que marchan en cabeza, a decenas de metros, no se enteran.Tampoco bailan, claro, pasean. Lo mismo que la originalidad, perdida para siempre en la ida y en la vuelta. Nadie trasgrede.

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Si acaso, esos dos blusas de Belakiak afectados de discapacidad que se pusieron a competir a ver quién era más rápido con su scooter eléctrico. Lo fue Andrés y ahí estaba Roca, el alma del Zuzenak de deporte adaptado, para retratar el triunfo .El éxito también de la normalidad, la igualdad, el respeto a cualquier condición sexual que preside hoy el movimiento de la fiesta.     

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