Borrar
La Lotería Nacional de hoy sábado: comprobar resultados del 6 de diciembre
Juan Luis Bujanda sostiene una botella de aceite en un olivar. Sonia Tercero

Hermanos Bujanda: Olivos en un mar de vid

Agricultores jóvenes se aferran al cultivo del olivo para producir aceite en Rioja Alavesa

gaizka olea

Lunes, 23 de julio 2018, 21:38

Comenta

Hay vida, aunque sea poca, detrás del mar de viñas de La Rioja. A modo de los irreductibles galos de Astérix, algunos labradores resisten para mantener el cultivo del olivo en esta comarca hasta poner en cuentagotas un aceite de calidad en el mercado. No engañan a nadie, porque ellos mismos admiten que su negocio es el vino y la aceituna, una forma romántica de no cortar los lazos con el pasado. Porque como dice Juan Luis Bujanda, no hace tantas décadas el aceite era un auténtico «motor económico» de un territorio en el que había muchas hectáreas dedicadas al olivar. Pero, pero, pero..., «la viña es un monstruo muy poderoso» porque es rentable y se ha subido a la ola buena de la alta gastronomía.

Hermanos Bujanda

  • Web www.eneek.eus.

Y si el profano admite que el altar del monocultivo da un tanto de miedo, porque una enfermedad o el cambio climático podrían cambiar las reglas de juego, Bujanda va más allá y asegura (lo que no resulta nada tranquilizador viniendo de un viticultor) que es «peligroso porque es un monocultivo monoclonal y monovarietal. Vivimos dentro de un mar de tempranillo». Vaya por dios. Uno adora el paisaje de los viñedos en cualquier estación del año y ahora empieza a apreciar que debajo de las cepas duerme la bestia... quizá no sea para tanto.

Los hermanos Bujanda, Juan Luis y Miguel Ángel, conservan como oro en paño los olivos centenarios (muchos rondan los 300 años) plantados en otro tiempo en 1,5 hectáreas y, como buenos campesinos, esperan a que los ejemplares jóvenes esparcidos por otras 4,5 hectáreas comiencen a producir en serio. «Es otro de los handicaps del olivo, que tiene que llegar a los 8 años para obtener un rendimiento aceptable». Vendría a ser el equivalente de un roble, que requiere mimos y tiempo para crecer, frente al avasallador empuje de eucaliptos destinados a la empresa maderera. Lo bueno siempre tarda en llegar.

Una actividad residual

Bujanda es sincero, posiblemente un partidario de llamar a las cosas por su nombre, y admite que es pretencioso considerar que la Rioja alavesa 'produce' aceite. «Esta sigue siendo una actividad residual; yo diría que ni siquiera existimos como sector y que hemos levantado mucho polvo para lo que somos en realidad». Mucho ruido y pocas aceitunas, en resumen. Suena elegante decir que en la Rioja alavesa se comercializa aceite, «cuando no somos más que cuatro productores, jóvenes en la mayoría, un grupo heterogéneo al que se suman algunos jubilados que tienen olivos». Menos que una gota de aceite si se compara con la producción española, con Jaén a la cabeza con sus 66 millones de árboles. «Y conviene recordar que aquí se siguen arrancando olivos», remacha Juan Luis Bujanda.

Sin embargo, los irreductibles no cejan y mantienen su apuesta gracias a la calidad de la variedad arróniz, propia de Navarra y Álava, que toma su nombre de un pueblo próximo a Estella. Los expertos valoran su entrada dulce y un final ligeramente picante, muy apreciada en la alta gastronomía y lo suficientemente resistente como para sobrevivir a las heladas tardías de primavera mientras es recogida antes de que caigan las temperaturas en invierno. Es por eso porque se da tan bien en el norte. Los hermanos Bujanda, que sacan al mercado un millar de botellas, practican agricultura ecológica, algo que en el caso del olivo tampoco supone grandes limitaciones, pues la principal tarea de cuidado es la eliminación de plantas y hierbas en torno al árbol. «Tardo más tiempo pasando la desbrozadora que si empleara agentes químicos, pero tengo claro que esa agricultura soluciona un problema al tiempo que crea otro», explica.

Fresca, mejor

Un problema más serio es la limitada producción, que se ve condicionada por dos años de poca lluvia, y es que el trujal donde se moltura la uva no se puede ajustar a las necesidades de los labradores, sino que requiere que acuerden llevar el fruto al mismo tiempo. Después de varear las ramas manualmente, como corresponde a los olivos centenarios, lo más conveniente sería llevar las aceitunas a moler el mismo día, pero es posible que tengan que esperar para reunir la producción de varios propietarios, «pese a que cuanto más fresca esté, mejor es el aceite».

Eso sí, la comercialización no suscita dudas, porque el volumen es muy pequeño y la demanda, elevada. Ahora, al menos, les conocen. «Cuando empezamos a vender nos preguntaban a ver de dónde traíamos el aceite».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Hermanos Bujanda: Olivos en un mar de vid

Hermanos Bujanda: Olivos en un mar de vid