¿Fruta pelada? No, gracias
El miedo a los pesticidas ha extendido el hábito de comer la sin piel, pero es un error; basta con lavarla para aprovechar sus muchos y ricos nutrientes
Es una pena desperdiciar las muchas ventajas nutricionales que nos ofrece la fruta;y es algo que hacemos más a menudo de lo que creemos. Para una alimentación sana y equilibrada, plátanos, peras, manzanas y demás familia tienen que formar parte de nuestra dieta habitual. Han de consumirse, al menos, cinco raciones de frutas y verduras al día, que vienen a ser como 400 gramos; y, aunque parezca poco es algo que muchísima gente no cumple. Para completar de hacer la jugada rematadamente mal, además le quitamos la piel. ¡Por favor! Deje de hacer algo así, que está usted privándose de cantidad de nutrientes que le vienen fenomenal al organismo.
La nutricionista Anabel Tueros lo explica fenomenal. La fruta, un alimento fantástico desde el punto de vista nutricional –y de ahí que forme parte de la columna vertebral de la dieta mediterránea–, contiene principalmente fibra, vitaminas, minerales, hidratos de carbono y también proteínas, aunque en menor cantidad. Buena parte de todos esos elementos tan buenos para nuestra salud se encuentran, según cuenta, en la piel. Muchos de ellos, incluso sólo pueden aprovecharse si se come la peladura, porque sólo se encuentran en ella. «Si la eliminamos, estamos perdiendo una cantidad de nutrientes muy interesante», explica la especialista.
En las pieles, en las comestibles, claro está, se almacena además buena parte de la denominada fibra soluble, que ayuda a que el bolo alimenticio circule mejor por el intestino. Su consumo protege, por tanto, frente al estreñimiento, que es algo también muy interesante.
Las pieles duras, ni se le ocurra
De hecho, en cierta medida es una pena que no seamos como los rumiantes capaces de comernos las pieles más duras, como las de la naranja, el melón o la sandía, porque posiblemente existan en ellas elementos de alto valor nutricional. Siempre podríamos meterlas en la batidora y preparar con ellas un batido potente, pero mejor no lo haga. No experimente, que quizás se equivoque.
Los componentes de esas pieles es muy posible que sean capaces de transformar por completo el sabor original y que, finalmente, no le guste, según advierte la especialista. Y además, quién sabe de las consecuencias de comerse algo así... Quizás ni David de Jorge sea capaz de controlar tamaña guarrindongada.
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Lo que siempre debe hacerse con la fruta –y esto es algo fundamental– es lavarla. En primer lugar, porque las piezas que nos llevamos a casa han pasado, generalmente, por más manos de las que cabe imaginar. Desde luego, por las del profesional que las ha recolectado del árbol y metido en cajas. Aunque no siempre, muchas veces, los trabajadores de la frutería o el supermercado las tocan con las manos para hacerlas más visibles. Y aunque lo hagan con guantes y las toquen lo menos posible, no se engañe:siempre hay clientes desalmados que comprueban el estado de su madurez sin guantes.
Pasarla por agua
Hay que lavarla, además, porque las pieles pueden contener restos de pesticidas que esos sí son malos para la salud. Algunos de ellos, aún en dosis muy bajas, pueden llegar a afectar el sistema hormonal, pero tampoco hay que asustarse. Hay que saberlo, pero no tener un miedo que nos aleje de la fruta. Basta con pasarlas bien por agua –que ni siquiera hace falta lejía diluida– para eliminar los restos de cualquier plaguicida y disfrutarlas con sumo placer de sus muchos y ricos nutrientes
Un informe de la Fundación Española de Nutrición (FEN)advertía en 2020 de que el consumo de frutas y verduras había venido cayendo en España paulatinamente en los últimos cincuenta años. Los 451 gramos por persona y día que se consumían en 1964, en línea con la recomendación, se habían quedado en 269 en el primer año pandémico. Comienza a ser muy poco. Peor para nosotros.
