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No sé cuándo fue la última vez que en EL CORREO se recibieron decenas de cartas en respuesta a un artículo. Ahora tienen ustedes la posibilidad de comentar en la edición digital del periódico, de compartir su reacción furibunda a un texto por redes sociales y otras mil opciones más. Teclear un comentario es algo que se puede hacer apresuradamente, en un calentón, mientras que coger papel y boli, redactar un texto, comprar sobre, sello y finalmente acercarse hasta un buzón requería cierto esfuerzo y demostraba un firme propósito de opinar acerca de algo que se había leído en estas páginas.
Repasando la hemeroteca me topo con un tema gastronómico que despertó numerosas y muy airadas reacciones de los lectores de EL CORREO... hace 59 años. Aunque a algunos de ustedes les parezca que remontarse a 1966 es como viajar al Pleistoceno, los motivos de la polémica siguen siendo tremendamente actuales. ¿Cuánto deberíamos gastar en comida? ¿Cuánto cuesta comer de manera sabrosa, variada y nutritiva? Son preguntas que aún causan desvelos, especialmente cuando toca apretarse el cinturón, pero lo más curioso es que el montante «ideal» del que se hablaba en 1966 siga siendo orientativo —cálculo de la inflación mediante— tantos años después. La controversia y las cartas al director que inundaron la redacción de EL CORREO no obedecían a haber tratado estos temas prácticos en el periódico, sino a cómo se intentó sentar cátedra sobre ellos y a la manera en que se hizo.
Verán, el viernes 28 de enero de 1966 se publicó a toda página una entrevista con nuestro viejo amigo José María Busca Isusi (1916-1986). Bromatólogo, escritor culinario, empresario de la alimentación y presidente de la Cofradía Vasca de Gastronomía, el señor Busca tenía ya por entonces una gran reputación como divulgador de cocina y nutrición. Colaborador habitual en radio y prensa escrita, acababa de ser nombrado asesor de la Comisaría de Abastecimientos por el Ministerio de Comercio y la razón de la interviú era precisamente una reunión que iba a tener en Madrid con el ministro de Comercio, Faustino García-Moncó. Busca Isusi quería demostrar que se podía comer bien, rico y variado por una cantidad —a su juicio— modesta gracias a los adelantos de la industria alimentaria. Ya se sabe que para que una idea cale a veces hay que encajarla dentro de un eslogan llamativo, así que el flamante Asesor de Abastecimientos escogió una cifra redonda y pegadiza para aleccionar al público. «Por cinco duros al día debe alimentarse hoy una persona», decía el titular. La entradilla destacaba que don José María Busca Isusi iba a dar de comer al ministro por tan sólo 25 pesetas. Arriba del todo, en negrísimas letras de molde, la frase que acabaría trayendo más cola: «Especial para las amas de casa».
En 1966 aún no se había inventado el concepto de «mansplaining», pero las mujeres sabían reconocer cuándo alguien venía a contarles algo que sabían de sobra como si no tuvieran ni idea. Las amas de casa eran quienes hacían las cuentas de casa, iban a la compra y también las que diariamente estiraban pesetas y guisos para dar de comer a toda su familia. Y ahora llegaba Busca Isusi, como si hubiera descubierto la fórmula de la Coca Cola, a dictar sentencia sobre cuánto había que gastar por persona y día para alimentarse decentemente. Según él, no era razonable gastar más de cinco duros diarios (equivalentes a 4,81 euros de hoy) per cápita en desayunar, comer y cenar. «En los mercados existen muchos productos baratos con los que se puede llevar a cabo una alimentación suficiente y nutritiva. Lo que hace falta es saber comprar». A mí esto me suena a reproche, a que demasiadas personas no sabían comprar, y lo mismo pensaron las lectoras de EL CORREO.
Busca desgranaba luego un cálculo teórico y perfecto según el cual, por un total de 25 pesetas exactas, se podía desayunar café con leche y pan, comer a mediodía «puré de garbanzos aromatizado con un cubito de caldo, 200 g de pescado azul incluyendo su condimentación, arroz con leche, pan y vino» y cenar por la noche «patatas a la riojana, huevo frito con tocino y pimientos, una naranja» y otro poco más de pan y vino. El redactor, Carlos Barrena, profetizaba que «con este reportaje se va a armar un lío tremendo». Y tanto.
Llegaron tantas cartas contestando a Busca que, además de publicarlas en varias tandas, hubo que defender las credenciales profesionales del ocurrente gastrónomo. Unos pocos remitentes dijeron que 25 pesetas eran pocas para los precios que se manejaban en algunos mercados de abastos, pero el grueso de las respuestas le acusaban de ir de sobrado, de no tener ni idea de economía doméstica real y de desconocer las apreturas que pasaban las familias modestas.
Multitud de amas de casa enviaron menús elaborados por mucho menos de esos cinco duros, y lo cierto es que hasta ustedes y yo somos capaces, 59 años después, de comer en casa por 5 euros. «Me ha irritado la forma en que el señor Busca Isusi se ha inmiscuido en uno de los problemas más preocupantes de nuestros hogares», escribía alguien. «A lo único que ha contribuido el señor Busca Isusi es a hacernos comprender el mérito de nuestras esposas, capaces de capear la carestía de la vida», añadía otro. Al menos sirvió para eso.
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