La bilbaína que conquistó el mundo con chorizos
Fructuosa Altamira fue la fabricante más exitosa de chorizos de Bilbao, un producto que se exportaba a Filipinas, Cuba y Puerto Rico
El chorizo de Bilbao tiene su propia página en Wikipedia. La pueden leer ustedes en castellano, euskera e inglés, aunque extrañamente aún no cuenta con una versión en tagalo. La extrañeza viene a cuento de que el «chorizo de Bilbao», tal y como lo ven millones de personas en todo el mundo, no es uno elaborado ni comprado en la capital vizcaína, sino un tipo concreto de embutido muy popular en la cocina filipina. En el archipiélago asiático se usa como ingrediente imprescindible en una increíble variedad de platos típicos, desde el pancit hasta el chicken relleno pasando por el lechon rice, la paelya, el salpicao, el chorizo sinangang, el pochero o el monggo. Como ven, sólo por el nombre de los platos ya se intuye la profunda huella que 377 años de dominación española (de 1521 a 1898) dejaron en los fogones filipinos. Uno de esos curiosos resabios ibéricos es el chorizo de Bilbao, que tiene un puesto de honor entre las muchas 'longganisas' que con más o menos curación y más o menos pimentón alegran el recetario tradicional de Filipinas.
Allí tienen el chorizo de Cebú (con carne de cerdo, anís, ajo y coloreado con achiote), el de Macao (muy similar al anterior pero curado y seco), el chorizo negrense o de Bacólod (con salsa de soja y calamansí, un cítrico nativo de Filipinas)... y el de Bilbao. Que no se fabrica en las islas, sino en el muy estadounidense estado de Nebraska. Este lío de procedencias y etiquetas geográficas se está complicando mucho, lo sé. La explicación está en que la marca más famosa de chorizos de Bilbao, 'El Rey', fue cedida por la empresa manileña Genato Commercial Corporation a una compañía norteamericana debido a la gran presencia de consumidores de origen filipino en EE UU y resulta que a día de hoy son sus únicos fabricantes. Se dice que don Vicente Genato, dueño original de la marca, fue quien después de la Segunda Guerra Mundial inventó la denominación de «chorizo de Bilbao» basándose en la supuesta procedencia vizcaína de su familia. En esa leyenda hay dos mentiras, y bien gordas.
Vicente Elías Genato Ocampo nació en Manila en 1867 y en su partida de nacimiento (¿no es increíble lo que podemos encontrar a través de internet?) pone claramente que sus padres eran «mestizos de Sangley», que es como entonces se denominaba en Filipinas a las personas de ascendencia china. Sí que fue el fundador de la 'Genato Commercial Corporation' –una distribuidora de alimentos de primera categoría— y quizás contribuyó a la popularidad del chorizo bilbaíno, pero ni tenía relación familiar con Euskadi ni había inventado él el término.
Los chorizos de Bilbao verdaderamente made in Bilbao fueron una deliciosa realidad de nuestra industria entre 1870 y 1950, año arriba o abajo. No sólo se elaboraban aquí, sino que salían del Abra rumbo a lugares tan lejanos como Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Argentina o Marruecos. En agosto de 1875, por ejemplo, una tienda de comestibles de Manila llamada 'La Vascongada' avisaba en la prensa local de que acaba de recibir un cargamento de chorizos de Bilbao.
Cuatro años después el mismo comercio anunciaba que tenía a disposición de sus clientes, recién descargados del vapor 'Aurrera', «vino tinto legítimo de Valdepeñas, habichuelas de Vizcaya y chorizos de Bilbao de elaboración esmerada por ser del solomillo del cerdo y del pimentón que requiere este embutido, el indispensable en rama y no molido». Es decir, que estaban hechos con pulpa de pimiento choricero de ristra (o rama) en vez de con pimentón en polvo.
En Iturribide
En 1885 el Diario de Manila publicitaba los «chorizos de Bilbao Hormaechea», y en 1888 el periódico La Oceanía Española hacía lo propio con los «chorizos de Bilbao marca La Bilbaína». En la misma época los ultramarinos de La Habana vendían los chorizos Bilbao «superiores de La Vizcaína», mientras que a partir de 1891 fue otra empresa la que tomó el relevo de la fama choricera: La Fructuosa. Quizás les suene, ya que hasta el año 2006 la capital vizcaína lució un estupendo —ahora tristemente desaparecido— cartel en azulejo de esa marca. Durante décadas estuvo colgado de un muro de la calle Prim, cerca del cruce con Iturribide. «Elaboración especial en chorizos - Viuda de R. de Euba». Aquella «R» era de Román Euba Anduaga (1848-1891), promotor en 1880 de una fábrica de conservas y embutidos que tras su muerte fue llevada al éxito internacional por su viuda, doña Fructuosa Altamira Olabarrieta (1855-1935).
En el número 23 de Iturribide tuvo un obrador tan grande como para mandar chorizos enlatados con manteca a casi todos los rincones del mundo, y en la calle de atrás su casa, para estar siempre con un ojo encima del negocio.
La de Fructuosa es la única vivienda unifamiliar que sobrevive en Prim (nº 12) y su gran tamaño demuestra el poderío que llegó a alcanzar esta empresaria bilbaína, quien mandó imprimir avisos en la prensa extranjera sobre copias baratas y falsificaciones de La Fructuosa. «Exigid siempre en los chorizos el precinto de la viuda de Euba», decía. ¡Quién los pillara ahora!