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Estudiantes pidieron la liberación del profesor Veysel Akcay en el aeropuerto de Ulán Bator. AFP

Espías turcos fracasan en un intento de secuestro en Mongolia

Intentaron llevarse por la fuerza a un profesor, pero fueron descubiertos antes de que su avión despegara

ZIGOR ALDAMA

Viernes, 3 de agosto 2018, 01:05

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Puede que James Bond y Ethan Hunt sean personajes de ficción, y que sus acrobacias cinematográficas resulten poco verosímiles. Pero en el mundo real sí que se llevan a cabo operaciones como las que ellos protagonizan en la gran pantalla, aunque quizá con menos espectacularidad y glamur. El último ejemplo ha llegado de un lugar insospechado: Mongolia. Y, sin duda, la historia tiene todos los elementos que requiere una buena película: espías en un país ajeno, una operación encubierta, y un desenlace sorprendente.

No habríamos tenido noticia de lo sucedido si no fuese porque los servicios secretos turcos metieron la pata y dieron al traste con la operación hace unos días. El objetivo era secuestrar a un compatriota suyo, Veysel Akcay, en la capital del país de Gengis Kan, Ulán Bator. Por la mañana, cinco hombres asaltaron a este director de escuela de 50 años en las inmediaciones de su vivienda y lo empujaron al interior de una furgoneta que puso rumbo al aeropuerto.

Allí había aterrizado un pequeño jet Bombardier aparentemente operado por la Fuerza Aérea de Turquía -aunque las fotografías tomadas de la aeronave muestran que no tiene ningún tipo de distintivo-, que esperaba para despegar con Akcay a bordo. Por lo visto, no se trata de un inofensivo profesor, sino de un colaborador del clérigo Fethullah Gulen, al que el Gobierno de Turquía acusa de haber orquestado un intento de golpe de Estado en 2016. Ankara ha puesto en marcha exitosas operaciones para arrestar a sus colaboradores en 18 países diferentes, pero todo apunta a que en Mongolia ha protagonizado una embarazosa chapuza.

Porque los allegados de Akcay se preocuparon por él en cuanto descubrieron que no acudía a su trabajo y dieron parte a la Policía. Los agentes turcos no fueron lo suficientemente rápidos -quizá tuviese algo que ver el endiablado tráfico de Ulán Bator-, y las autoridades mongolas descubrieron que había gato encerrado. Inmediatamente, decidieron denegar la petición de despegue del avión turco y, pocas horas después, ya con activistas pro derechos humanos manifestándose en la terminal, liberaron al académico. Finalmente, el avión pudo despegar de noche y sin Akcay.

Lógicamente, Turquía ha negado su participación en cualquier operación secreta. Sin embargo, Mongolia ha iniciado una investigación y tiene fundadas sospechas de que sí está involucrada. «Sería una violación inaceptable de la soberanía de Mongolia», criticó el viceministro de Asuntos Exteriores, Battsetseg Batmunkh, que mantuvo una reunión con diplomáticos turcos en su embajada.

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