«La normalidad es un camino pavimentado. Es cómodo para caminar pero nunca crecerán flores en él», escribía Sara Carbonero hace una semana en Instagram, ... junto a la imagen de un campo plagado de margaritas. Si alguien desea averiguar cómo va la vida sentimental de un famoso, que se detenga a analizar en detalle los mensajes subliminales que lanza a través de sus redes. Comprobará que cuanto más místicos y filosóficos resulten, más probabilidades existen de que esa persona se encuentre al borde de una ruptura. Por alguna razón, las separaciones conyugales suelen despertar en quienes las sufren una necesidad de trascendencia, de encontrarle sentido a la vida y, sobre todo, a lo que te está pasando. Y por otra parte sale más barato e inocuo entregarse al budismo que (por ejemplo) a la bebida.
A siete días de confirmar su separación de Iker Casillas, Sara ya lo avanzaba en internet. Hubiera sido más fácil seguir transitando por el camino trazado (mullido, pavimentado) pero ahí ya no existía la posibilidad de que creciera siquiera una brizna de hierba. Así que ha decidido lanzarse campo a través. Circulan unos audios en los que supuestamente Casillas se culpabiliza del fracaso y reconoce no haber estado a la altura.
Me viene a la memoria el día en que Bertín Osborne los visitó en Oporto. Estaban en la cocina cuando, entre el 'jijí-jajá', la periodista confesó que ella y su familia habían aprendido a querer a Iker, a pesar de su forma de ser... ¿Estaba describiendo Sara a un marido insoportable? Tal vez. La cascada que se avecina de filtraciones, comentarios, secretos revelados y votos a favor y en contra va a dejar pequeña la campaña electoral de Madrid. De momento, entre comunismo (de vida en común) y libertad, Sara e Iker han elegido lo segundo.
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