Kylie, la reina de 'Diskobetas'
La visita de la estrella australiana ha atraído al festival a fans entregados, pero en realidad todo el mundo parece encantado de tenerla aquí
La fama es un concepto bastante relativo. Eso es algo que uno suele comprobar con la edad, en ese momento que llega sin avisar en ... el que los nuevos ídolos empiezan a resultar irreparablemente ajenos. Podríamos decir que, en esto de la música, un primer nivel de estrellato es aquel en el que te conocen todos los aficionados a un estilo: por ejemplo, Amyl, que actuó aquí el viernes, es una figura en el universo del punk-rock. En el siguiente escalón, ya les suena tu nombre a la mayoría de los aficionados, aunque no sientan ningún interés por lo que haces: ahí pueden situarse, quizá, Pulp, los protagonistas de la noche del jueves. Pero lo alto del podio, lo que podríamos llamar la fama de verdad, llega cuando también te conoce la gente que ni siquiera escucha música, porque ya te has convertido en un resplandeciente híbrido entre ser humano y mito. Y ahí, entre esos elegidos, baila Kylie Minogue.
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No todos los años se tiene en un festival a una celebridad de este tipo, por la que podrías preguntar en la cola del mercado con la seguridad de que muchos iban a saber responderte, y más en España, donde su larga relación con Andrés Velencoso la llevó a las revistas del corazón. ¡Es la Kylie, con artículo de confianza castiza! Pero la idea no es improvisar una encuesta en la pescadería, sino aquí arriba, en un recinto de Kobetamendi que ayer lucía las secuelas de los tormentones, con esos parches de paja tan fieles a la tradición agrícola y ganadera de esta montaña. «La sigo desde pequeña: me gusta mucho su música, pero también cómo es ella», responde Yadira Pineda, de Valencia y de 32 años. «Es que está ahí de toda la vida», aprueba Marta Fernández, de 49 y de Vitoria. «Yo me compré un disco piratilla y la escucho desde entonces», evoca la madrileña Laura Galán, de 32, con la bandera bisexual a modo de capa, arcoíris en las dos mejillas y una txapela de... «De Euskal Herria, ja, ja, eso no te lo esperabas. Pero sí, claro, Kylie es muy importante en la comunidad LGTB».
Por supuesto, en el interés hay grados. Y, en la pirámide de seguidores de la australiana, Jordi Valenzuela debe de estar situado bastante arriba. Viene de Girona, luce una camiseta de 'Kylie says relax' y es un fan entregado, aunque el adjetivo se queda lamentablemente corto. «Tengo 61 años y me gusta desde que era muy joven. Me pone contento, me hace feliz, me gusta lo que transmite. Creo que también tiene un fondo triste, como el mío quizá: si te fijas en las letras, nunca llega a tener lo que ella quiere, y en su vida también ha habido fracasos. Sé que es música comercial, pero no la veo superficial en absoluto, no creo que lo sea», argumenta. Para explicar cuál es su canción favorita de Kylie, solo tiene que extender el antebrazo derecho: ahí lleva tatuado el título de 'On a Night Like This'. Y, si le pides otra, siempre puede mostrar el izquierdo, donde se lee 'Better the Devil You Know'. «Tuve ocasión de conocerla en un 'meet and greet'. Yo tendría entonces 52 años y me dijo que estaba muy bien, ¡y lo dice ella! Le llevé de regalo un caganer independentista, como yo, y se quedó muerta».
Ibon Larrazabal, de Gorliz, y Javier Palacios, de Barakaldo, relucen al sol: llevan unas camisetas diseñadas y confeccionadas por Javier, con una especie de mosaico de trozos de espejo. «Las estuvo cosiendo anoche hasta las cuatro y media de la mañana», desvela Ibon, que es otro fan de largo recorrido. «He venido al festival por Kylie y por Sparks: que toquen los dos es una conjunción astral. Tengo prácticamente la misma edad que ella y la escucho desde que empezó. Cuando me dicen que les gustan las antiguas y me hablan de las del 2000... ¡Las antiguas son las del 87!», se ríe. Quizá uno no lo esperaría a priori, pero se nota que los 'kylieadictos' han dedicado tiempo a reflexionar sobre su música y su persona: «Lo tiene todo: canta y baila, pero es que además tiene carisma».
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–A ver, esa comparativa con Madonna que ya estamos echando en falta...
–No pienso comparar. También soy fan. Madonna es rompedora, tiene un fondo punk que a la vez la hace turbocapitalista, mientras que Kylie es como de la familia. Madonna es agresiva, Kylie es confort. ¿Una canción? 'Better the Devil You Know' es mi educación sentimental.
–¿Y qué hay de usted, Javier? En el 87 le faltaba mucho para existir...
–Tengo 29, la conocí por mi hermana y me he vuelto muy fan. No se ha quedado en algo pasado, ha evolucionado, pero sin perder la esencia.
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Es muy fácil deducir que Christina Guerrero, de Madrid, es fan de Kylie, porque parece un fotograma de uno de sus videoclips, pero vamos a ponernos las cosas más difíciles: preguntemos a un grupo de jóvenes de veintitantos sin signos externos que los vinculen con nuestra protagonista del día. Gemma, Atena, Narcís, Laia, Marta y Clàudia son de Girona y la han gozado con Kneecap y con Carolina Durante. ¿Qué les dice el nombre de Kylie Minogue, si es que les dice algo? «Yo conocía eso, el nombre. ¡Todo el mundo lo conoce! Pero empecé a escucharla y me di cuenta de que también conocía todas las canciones, muchas más de las que creía», se asombra Gemma. Y el resto abre coloquio.
–Es intergeneracional.
–En cuanto hemos entrado al festi, nos hemos dado cuenta de que hay muchas más mujeres mayores que otros días, y creo que es por ella.
–Eso sí, yo no le pongo cara.
–Es... una barbie.
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–Una barbie curtida
–Con historia.
Hagamos un intento temerario y consultemos al madrileño Edu Ramírez, que tiene 26 años y luce camiseta de Ozzy Osbourne. El vocalista de Black Sabbath no parece lo más afín al pop ligero, así que a lo mejor nos ganamos un exabrupto, una mirada de desdén, una maldición satánica... «A mí me gusta, claro. Es una música muy disfrutona, muy bailonga: para un festival, es un subidón increíble».
Y seguro que lo es: encaja extrañamente en el sábado del BBK Live, la jornada transversal y multitudinaria del festival, cuando se juntan aquí familias enteras, despedidas de soltero y hasta los Power Rangers. En realidad los Power Rangers también estuvieron el jueves (el viernes no, porque lavaron los trajes) y el año pasado, porque los grancanarios Pepe, Braulio, Samuel, Carlos, el otro Carlos, Pablo y Marcos tienen tradición de venir siempre con sus atuendos multicolores de luchadores contra el crimen. «Y hacemos servicio a la comunidad: si alguien tiene prisa para ir al baño, le abrimos paso», aclara el azul, que a lo mejor es Marcos. Eso también es ser una estrella, aunque solo se enteren tus amigos.
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–¿Y a quién quieren ver los Power Rangers?
–A Kylie.
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