El tridente vasconavarro contra los elementos
En el arranque de la tercera jornada del ARF, la lluvia y su amenaza deslució el bolo de Vulk, distrajo en el de Wicked Wizzard y no pudo con el de Joseba Irazoki
Aunque el sábado ya se empezara a notar el cansancio en este Azkena Rock Festival de tres jornadas y 55 grupos, y aunque el calor persistiera además con amenaza de tormenta, no se quitaban las ganas de atestiguar el arranque vasconavarro festivalero con un tridente completado por los blacksabbáticos de Mungia Wicked Wizzard, el guitarrista roquista pero oblicuo de Bera de Bidasoa Joseba Irazoki y el cuarteto bilbaíno de post punk Vulk. Todos ellos fueros testigos de los conciertos de los otros grupos.
A las 5.29 arrancaron la jornada de sábado sobre el escenario principal, el God, los tres miembros de Wicked Wizzard, ganadores del concurso Villa de Bilbao 2019 y perdedores del Rockein 2020 (muchos aún no nos explicamos el fallo, aunque estos tipos son tan rarunos que quizá algunos del jurado les ajustaron cuentas). Ante poca gente y muy dispersa sobre el asfalto dieron un bolo de unas 8 piezas (cartuchos las llamaron ellos) en 45 minutos atravesados por ráfagas de viento y turbiones de gotas gordas. Con los miembros de Vulk entre el público e Irazoki entre bambalinas atendiendo ambos a la actuación de WW, los de Mungia resonaron a Black Sabbath, a Cathedral, y a..., a..., ¿cómo se llamaban estos?, ah, que pasa David Yauka con una camiseta de ellos: Pentagram. Cabalgadores, dinámicos y melenudos en escena, hubo momentos en que Wicked Wizzard concentraron el éter (a las 5.53 de la tarde), pero el chaparrón distrajo a la parroquia y la demedió. En lo peor de la lluvia la carpa de prensa se llenó de acreditados, de fotógrafos y redactores que en tres días han sido incapaces de hacer un café por ignorar el funcionamiento de la cafetera.
Luego, a las 6 pasaditas porque estaban secando el escenario Love, el tercero en importancia del ARF, y solapándose unos 10 minutos con los vizcaínos de WW, hincamos el diente a Joseba Irazoki eta Lagunak en la gira de su álbum kraut-rocker titulado 'III'. Irazoki (músico de Nacho Vegas, Elena Setién, María Berasarte…), carismático entre su público, tocó contento por la respuesta y zarandeado por sus característicos calambrazos durante un bolo de 10 temas en casi una hora que nos obligó a perdernos a los holandeses Dewolff, que tocaban a la misma hora en el escenario Respect.
JIEL (o sea Irazoki, Ibai Gogortza a la segunda guitarra, Jaime Nieto exWas al bajo y Felix Buff a la batería) fueron muy cañeros ('Lucio eta Durruti'), se apuntaron a la progresividad a pesar de la torridez de la tarde ('Etorkizuneko nostalgia'), en 'Zu al zara' se puso a llover, antes del post rock 'Egia eta gezurra' dijo Irazoki que en la vida según él las mentiras y las verdades se reparten mitad y mitad, fifty-fifty, y en ella JIEL sonaron pesados como si derrumbasen las columnas de Poseidón. Además resonaron a Jon Spencer ('Ikusezina') y por culpa del orden de las canciones al final bajaron demasiado el tempo con 'Salbatzaileak' y 'Zigorra'. Los miembros de Vulk atendieron el concierto del navarro desde el fondo del tablado, desde el lateral izquierdo.
Y a modo de remate del tridente vasconavarro del sábado catamos a los bilbaínos Vulk, que dieron uno de los mejores bolos del año cuando presentaron su tercer álbum, 'Vulk ez da', en la sala pequeña del Kafe Antzokia de Bilbao, en cuyas distancias cortas las sensaciones crecieron hasta las emociones. En el mismo tablado que Irazoki, desde las 7.31, los cuatro bilbaínos lo tuvieron más difícil debido entre otras razones a la floja capacidad de sonido (y menos mal que mejoró un poco desde el cuarto tema) y a la luz solar de la tarde que les expuso demasiado durante un bolo de 10 desiguales temas en 48 minutos. El sonido perjudicó títulos tipo 'Hamar lagun baten kontra', el baterista aportó su impronta en la cuarta, 'Amodioa kartzelan', que fue cuando el sonido mejoró una pizca, y quizá sabedores de que su potencial estaba siendo de rango corto (el batería estaba casi muerto por el calorazo), Vulk crecieron fragmentariamente, a cachos (partes vinculables al metal moderno, una catarsis tipo PiLT en 'Vulk ez da' recibida con baile por parte del público, otro tema de industrialismo orgánico a lo Rammstein, el quebrado influjo de Idles...), se entregaron a ratos (aunque lo suyo es mucha pose) y nos dejaron con ganas de más, de volver a verlos en una sala. Ah, al final del bolo de Vulk se acercó a devolver la visita algún elemento de Wicked Wizzard, que ya les habría dado tiempo a recoger.