El Azkena saca a los roqueros al sol
Calentar el ambiente no hacía mucha falta, pero The Fuzillis han montado en la Virgen Blanca una espléndida fiesta de rock and roll primitivo
Si uno cerraba los ojos durante el concierto de The Fuzillis y se dejaba llevar solo por el oído, creía estar en algún club oscuro, subterráneo y lleno de humo, un rincón casi clandestino para amantes del rock más primitivo. Pero, claro, abrías los ojos y ahí estaba él, el solazo, lo más opuesto al ambiente penumbroso y secreto de nuestra ensoñación: esto es la Virgen Blanca, y el sol suele ser el invitado principal a las incursiones del Azkena en el centro de Vitoria. El lema del festival, 'Burning since 2001', que se leía bien grande en el telón de fondo del escenario, suena aquí inquietantemente literal: cualquier año acabamos en llamas.
Así que no hacía falta calentar el ambiente fisico, pero el cuarteto londinense se las ha arreglado para poner a tope el ambiente emocional. Ellos han salido preparados, con sus camisas veraniegas (azul el bajista, amarilla el guitarrista, roja el saxofonista y... a rayas el batería, la gente de los tambores es así) y sus molonas gafas de sol, pese al pequeño detalle de que eran los únicos que estaban a la sombra. Antes del concierto, el público roquero trataba de adaptarse al ecosistema hostil aprovechando cualquier centímetro cuadrado de sombra: todos los años es muy divertido ver cómo la gente se va apretando contra la pared y ocupando las bocacalles a medida que el sol gana terreno. Pero ha sido empezar la música y han salido valientemente al centro, con sus camisetas de todos los grupos imaginables: Mudhoney, Uncle Acid, Budgie, Gene Vincent, Negra Cucaracha Terrorfolk o Fundación Francisco Frankenstein, por citar algunos que no son de los más obvios.
The Fuzillis tocan un rock and roll tan primigenio que a veces parece anterior al rock and roll, un sonido obstinado, tozudo, empecinado en ritmos salvajes y frases melódicas repetidas, que remite al punk sesentero de los Sonics y compañía y se lleva de maravilla con estilos como el twist, el mambo, el surf o aquello que llamaban 'exótica'. La mayoría son instrumentales, que ellos acompañan con sus trucos de estrategas escénicos, la vieja sabiduría del 'entertainer': se balancean al unísono sobre uno y otro pie, hacen coreografías con sus instrumentos, se agachan cuando tocan más bajito... El guitarra se tumbaba y balanceaba las piernas en el aire sin dejar de tocar, como en un anuncio friki del Tour, y el saxofonista juntaba y separaba pies y rodillas, transformado de pronto en una marioneta mal articulada. Y, por supuesto, exhortaban una y otra vez al público, le hacían contar rítmicamente hasta nueve (un niño que estaba con su padre lo ha hecho muy contento y muy bien) y se lo metían en el bolsillo.
Pizza y gumbo
Han caído versiones muy adecuadas a la meteorología como el 'Summertime Blues' o el 'California Sun' (y también el 'Wooly Bully' de Sam The Sham and The Pharaohs y el 'Caravan' de Duke Ellington, nada menos), temas cantados como 'Twist At The Top' y muchos instrumentales en los que había que gritar alguna cosa de vez en cuando. Es música en la que no caben las penas del mundo, que lo mismo canta a la pizza en 'Pizza Sure Is Good' (ahí han lanzado varias cajas de pizza vacías, excepto una que llevaba disco dentro) que a la gastronomía sureña en 'Fish Gumbo' (un rock and roll contagioso a lo Hank Ballard).
Los Fuzillis han cotizado alto en el 'bailómetro' de la Virgen Blanca. Los correosos roqueros no siempre se animan a cimbrearse a estas horas poco amigables, pero en el tramo final del concierto reinaba el movimiento. Había quien se meneaba con cierta continuidad y quien parecía sentir de pronto la llamada, algo así como la súbita posesión por el espíritu travieso del rock and roll, y rompía a bailar de maneras antiguas: el baile del pollo, el baile del pato, el baile de la serpiente..., movimientos que quizá no se llamen así pero deberían. La fiesta se generalizó en el tramo final del concierto, con 'Friday Night Dance Party' y 'Ungawa'. En esta, los Fuzillis repartieron carteles con la letra completa de la canción (es decir, la palabra «ungawa») e invitaron a una treintena de espectadores a subir con ellos al escenario. Con las pancartitas en alto, parecía aquello una manifestación en favor del rock and roll. Qué diablos, a lo mejor lo era.