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YVONNE ITURGAIZ
Elssie Ansareo

La mexicana que eligió Bilbao para estudiar Bellas Artes y ya está en el Guggenheim

Viernes, 28 de mayo 2021

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Artista y educadora

En su círculo familiar admiran el arte y algunos quisieron dedicarse a él, aunque al final vencieron las ocupaciones que suelen considerarse más prácticas. De modo que Elssie Ansareo (México DF, 1979) se ha encargado de hacer de esa vocación un modo de vida. Se licenció en Bellas Artes en 2003, el mismo año en que realizó una exposición en Espacio Marzana y consiguió una beca en BilbaoArte. Despuntó muy pronto y ha expuesto en museos vascos, nacionales e internacionales. Colabora con centros escolares y con departamentos educativos de instituciones artísticas.

Sus abuelos paternos, gallego y cántabra, se conocieron en el barco de Lisboa a Veracruz poco después de la Guerra Civil. En México abrieron primero un ultramarinos y luego una tintorería. Una parte de su familia se asentó en el País Vasco y cuando Elssie Ansareo tenía que elegir universidad puso su dedo en el punto del mapa correspondiente a Bilbao. De eso ya hace casi 25 años. Llegó de México DF en junio de 1997 y se alojó primero en casa de sus tías. Le costó que llegaran a tiempo los papeles para matricularse en Bellas Artes porque las monjas con las que estudió el bachillerato se resistían a mandarlos. No tenía fama de seria en el colegio y pensaban que a miles de kilómetros de distancia, y sin la vigilancia de sus padres, tendría una libertad que no solo dedicaría al arte. Diez años después de entrar en las aulas de la facultad en Leoia, en 2007, una obra suya, 'El baile de las flâneuses', pasó a formar parte de la colección Guggenheim Bilbao.

«Había estado aquí cuando tenía 15 años, dentro de un viaje por Europa. Pero una vez ya instalada en Bilbao me sorprendió todo. Estaba en una ciudad que se podía recorrer a pie, en vez de tener que coger siempre el coche. Lo de andar con libertad lo descubrí aquí y ese descubrimiento se traslada a la obra del Guggenheim ('flâneuse' significa paseante, también mirona). Hace unos años pensé en irme a Amberes, pero me di cuenta de que este era mi sitio, donde puedo pensar globalmente y actuar localmente», cuenta la artista mientras se toma un vino blanco con su amiga Beatriz en una terraza de la plaza Miguel de Unamuno.

«He pasado de unas relaciones más explosivas en México a otras más contenidas, adustas, pero muy profundas y verdaderas»

Acaban de llegar de una jornada con los alumnos de un centro educativo de Aiboa, en Getxo, una actividad pedagógica en la que ha trabajado desde que terminó la carrera. De su aterrizaje en Bilbao y de sus primeros tiempos conserva a sus mejores amigos, entre los que cita a los artistas Mabi Revuelta, Eduardo Sourrouille y Miguel Ángel Gaüeca, de una generación anterior a la suya. Y de aquellos tiempos en las aulas recuerda que en su clase de la UPV solo había tres extranjeros, una sueca, un peruano y ella, una situación muy distinta al campus diverso de ahora.

De una educación emocional «muy explosiva» en México pasó a unas relaciones entre amigos a los que hoy considera su familia, más propia del País Vasco: «Contenidas, adustas, pero muy profundas y verdaderas». «Es algo que no tardas en descubrirlo y, al menos en mi caso, es un descubrimiento para toda la vida», sostiene la creadora respecto a su red de afectos, en la que la amistad y la familiaridad forman parte de los mismos sentimientos básicos.

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«Venir de Norteamérica a Bilbao, formar parte de la colección de un museo de origen norteamericano y trabajar para él»

El Guggenheim

Venir a España a hacer Bellas Artes también tenía algo de destino familiar. Hacia 1976, su madre y su padre participaron en la misma manifestación en Madrid. No se conocieron en ella sino unos meses más tarde. Su madre era profesora de Derecho en México y él, su alumno. Se casaron.

Además, su abuelo marino tenía vocación artística y su madre había querido estudiar danza, así que, cuando planteó su deseo de venir a estudiar Bellas Artes a la UPV, le dijeron: «Pues claro, vete». Hasta hoy, con visitas anuales a México, como vuelven la mayoría de las personas que se han asentado en otros países, suspendida la de 2020 por la pandemia, y con la esperanza de que este año será distinto.

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«Me gusta vivir en una ciudad en la que se puede ir andando a todos los sitios y en la que no hace falta usar el coche. Lo contrario que en México DF»

Una ciudad para caminantes

Su pasión por el arte tomó forma a partir de una visita a la Fundación Televisa y otra al Prado. «Me acuerdo casi palabra por palabra de todo lo que me iban contando en la exposición en Televisa sobre Marc Chagall, con sus acróbatas y sus enamorados, con la mujer con la que vivió toda su vida, con Rusia y con Francia».

Vino a Leoia a estudiar dibujo y pintura, pero su contacto con dos profesores, Víctor Claver y Patxi Cobo, de quien fue su ayudante, le inclinaron a la fotografía «en un momento en el que aquí empezaba a ocupar más espacio y que tenía mucha tradición en México, con mujeres fotógrafas como Lola Álvarez Bravo, y en general en todo Norteamérica. Fue para mí una sorpresa venir al País Vasco y trabajar en esta disciplina».

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«Me siento muy bien teniendo una red familiar de amigos fuerte desde hace tiempo. Son los mismos que cuando llegué»

Los amigos como familia

YVONNE ITURGAIZ

Elssie Ansareo vivió unos primeros años «de vino y rosas», con exposiciones y becas. «Iba haciendo sin ser muy consciente de lo que estaba haciendo. Enganchaba proyectos y vivía sin más preocupaciones, pero todo se torció con la crisis de 2008».

Comenzó a trabajar en publicidad y a rodar documentales para ganarse la vida, y a partir de 2014 se integró en Anesvad como fotógrafa y realizadora. En 2019 expuso en el Museo Vasco las fotografías de su trabajo con esta ONG en Ghana y Benin, uno de los países más pobres del mundo. Retrató una África íntima, alejada de los tópicos coloristas, en blanco y negro, más adecuado a su propósito, lograr que al espectador le despierte el golpe de realidad de las tierras africanas.

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Su trabajo en Anesvad le permite utilizar su creatividad y profundizar en cuestiones técnicas. «Tener un empleo te da libertad y te quita ansiedad. Vives mejor. No dependes en exclusiva de la atención de los demás y de tu capacidad para las relaciones sociales, aunque sí es cierto que tienes que negociarlo con tu yo creativo porque el trabajo artístico va más lento».

Se pregunta por la figura del artista dentro de la situación económica actual, por el conflicto entre su profesionalización para desarrollar su carrera y un mercado que da para muy poco. De hacer arte por intuición ha pasado a preguntarse a quién se dirige con sus obras y de qué modo, con qué lenguaje. Es, sin duda, un proceso de maduración, de reflexión sobre ella misma y sobre sus instrumentos. «Antes todo lo hacía yo. Me gustaban los procesos, por ejemplo, el del revelado tradicional. Ahora necesito y quiero trabajar en equipo. Me encuentro bien en la asociación», indica.

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Ha terminado un montaje fotográfico para el atrio de Azkuna Zentroa que presentará a principios de junio. En él juega con los retratos de 21 personas maquilladas con colores vivos para que expresen mejor su gestualidad y sus emociones. «Los 21 son amigos. Forman parte de mi red, de mi familia en Bilbao, y a algunos que conozco desde que llegué. Por eso ni me planteo ya cambiarme de ciudad». No extraña nada que ya todo el mundo cite a Elssie Ansareo como una artista vasca.

«Tenemos una página en blanco para crear y construir»

«La reflexión sobre el tiempo, desde la eclosión de la pandemia, es un gran tema para todos. El futuro se ha desdibujado. Hemos vivido momentos en los que 'lo válido hoy' dejaba de serlo en cuestión de segundos. Me cuesta pensar en un futuro a medio o largo plazo, a diferencia de épocas anteriores a esta situación, en las cuales, al menos yo, y quisiera pensar que muchas más personas, o todas, podíamos proyectar un mañana. Hoy, el deseo de vivir y tener conocimiento de los míos en la distancia, con salud (en todos sus ámbitos), me alivia. El futuro se ha convertido en una suerte de anhelo o de promesa, del que poco hay que esperar y que hay que recibir con la mayor de las emociones, puesto que también hay que confiar en que significará una victoria. Y a partir de allí, la página está en blanco para crear y construir».

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