Urgente Normalidad en el metro tras los retrasos provocados por el desmayo de una mujer que ha caído a las vías en Algorta
YVONNE ITURGAIZ
Amaia Gorostiza

Una empresaria entregada a la pasión por el fútbol

Viernes, 28 de mayo 2021

Publicidad

Vivir la industria desde la cuna

Nacida en Eibar en 1961, sus primeros pasos escolares los dio en el Colegio de las Mercedarias de Eibar y más tarde cursó el BUP interna en un centro de Vitoria. Probó los estudios de Derecho en Deusto, pero finalmente encaminó sus pasos a Empresariales en Sarriko. Ocupó diversos puestos en la empresa familiar Amaya Telleria antes de pasar a gestionar otros negocios. En la actualidad forma parte de los consejos de administración de Dominion y Ence, así como de la comisión económica de Elkargi. También ha formado parte del consejo de administración del grupo IMQ. En 2016 fue nombrada presidenta de la Sociedad Deportiva Eibar.

Fue educada en la discreción porque durante muchos años en el País Vasco sobresalir era arriesgado. Muchas veces suponía colocarte en el centro de una diana. Quizá también porque forma parte del vasco esa 'cultura del caserío' que lleva al aldeano a proteger y esconder todo lo que hace, para que no se entere el vecino. ¿Por qué? Porque sí. Y en eso estaba, en la montaña rusa permanente de gestionar empresas e inversiones, cuando un buen día aceptó ser parte de la directiva de la Sociedad Deportiva Eibar -puesto que también creyó de escasa relevancia pública-, para ser poco después lanzada a la presidencia de un club que encaja perfectamente con su personalidad: la convicción de que se puede conquistar la luna desde la humildad, desde abajo del todo, porque lo más importante es creer en ello. En la fauna empresarial hay 'animales' de todos los tipos. Desde los que vibran con los ratios, los proyectos de inversión, el crecimiento... e incluso los hay que sólo sonríen con el enriquecimiento fácil. Amaia Gorostiza derrocha ideas, frases y emociones cuando habla de la empresa más singular que ha pilotado en su vida -y por amor al arte, sin sueldo ni dividendos-, el Eibar. Un club de… da igual de qué división.

Para entender la madera de la que están hechas algunas personas es bueno retroceder en el tiempo y conocer cómo son y qué hicieron sus padres. Y tiene su aquel. Su madre era una trabajadora que manejaba un torno en una pequeña empresa de Eibar -a los 14 años había probado ya con la costura pero aquello no la emocionaba-, cuando en cada portal de este pueblo guipuzcoano florecía un centro de producción y el metal era el maná. Ansiaba independizarse. Con los pocos ahorros reunidos compró un taller que acaba de quebrar y que tenía cinco empleados. Poco después conoció a un joven de Balmaseda en un paseo en moto. Una alianza que resultaría estratégica. Se casaron tras apenas un año de noviazgo y juntos pusieron aquella pequeña empresa en órbita. Lo transformaron en un negocio de decoletaje -fabricación de pequeñas piezas-, que fue el germen de lo que más tarde se convertiría en un grupo multinacional en la producción de piezas para el automóvil. Así nació la firma Amaya Telleria, que hoy forma parte de Cie Automotive.

«De ellos aprendí a actuar con humildad, la discreción, el sacrificio y la voluntad de luchar»

«Mis padres»

Amaia Gorostiza nació y se educó en ese mundo tan especial, «en el seno de una familia muy humilde, en la que nos inculcaron desde muy pequeños que había que luchar y sacrificarse para conseguir cualquier cosa». Un punto tímida, extraordinariamente celosa de su intimidad, guante de seda en puño de hierro -no le arriendo las ganancias al que piense que su aparente fragilidad es real-, entendió, o se lo hicieron entender, que las cosas materiales, aunque estén adornadas por el éxito, son efímeras. «Mis padres nos enseñaron a ser humildes porque en la vida de un empresario, en la vida sin más, hay momentos muy buenos y otros muy duros. También porque las cosas igual que vienen se van. Por cierto, se van más fácil de lo que llegan», apunta al recordar que sabe lo que es montar una empresa de robótica y fracasar en el intento. También aprendió de ese ambiente de taller eibarrés -de esos en los que para introducir una máquina nueva era necesario derribar la fachada de la casa y volver a reconstruirla-, «que lo más importante son las personas».

Desde muy joven se incorporó a la empresa familiar y no precisamente para dirigirla, «sino desde abajo, desde los trabajos administrativos más simples». Quizá esa sensación de moverse con mucho cuidado por la vida, como si llevase toda una red de sensores alrededor del cuerpo y encendidos de forma permanente, lo adquirió en la fábrica «cuando tenía que atravesar todo el taller para recoger las fichas del marcaje horario. Mi obsesión era no caerme de bruces, allí en medio, en un resbalón por culpa de la taladrina».

Publicidad

Y una persona que lleva el pudor como bandera, ¿cómo puede aceptar presidir un equipo de fútbol de Primera División? La única explicación hay que encontrarla en una valentía interior poco común y, algo que se aprecia en apenas unos minutos de conversación con ella, en una auténtica pasión por su pueblo y por ese modesto y orgulloso equipo. «Estaba en un hotel de Nueva York y quien me llamaba no sabía que nos separaba una diferencia horaria importante, pero eran las cuatro y media de la madrugada. Era el presidente del Eibar para proponerme que me incorporarse al consejo de administración del club», recuerda.

«Estaba de viaje, celebrando con mi marido un aniversario de boda. Puse la televisión en la habitación del hotel, escuché la noticia y me hinché a llorar»

«El alto el fuego de ETA»

IGNACIO PÉREZ

Poco más tarde y ante la dimisión del presidente, el consejo de administración la convenció para que aceptase el cargo. «Estáis zumbados», les dijo. Fue en el transcurso de una comida con varios consejeros. Repitió varias docenas de veces un «¡que no!». Pero los que compartían aquella mesa habían hecho un trabajo previo: hablar antes con su marido para que, llegado el momento, le diese el empujón final que la animase a tomar la decisión. Ese marido que «me apoya, me cuida, a veces me calma y otras veces me estresa», admite. Vamos, en esta última parte, como la inmensa mayoría de los maridos.

Publicidad

No serían los consejeros del Eibar los últimos en utilizar esta estrategia envolvente con Amaia Gorostiza. El autor de este reportaje, sin saber que había antecedentes que avalaban su eficacia, utilizó el mismo requiebro antes de que llegase el primer «¡que no!» a la propuesta de «quiero que me cuentes tu vida y cómo piensas».

«Han sido cuatro grandes momentos. Son muy buenas personas. Chicos nobles»

«El nacimiento#de mis cuatro hijos»

Y ahí se lanzó, «rodeada de un magnífico equipo de personas que lo han dado todo por el club», a un mundo eminentemente masculino, complejo y atípico. «Creo que lo sucedido es una imagen más de ese espíritu que tiene Eibar, un pueblo que se ha visto obligado a reinventarse muchas veces. A florecer, a entrar en crisis y a volver a sacar de nuevo la cabeza». Y ni siquiera ahora, en un año en el que ha sufrido lo que es vivir en la cola de la tabla, cree que la palabra 'fracaso' tenga un hueco en el diccionario de un eibarrés. «Imposible hablar de fracasos. Tenemos 11.000 accionistas en 69 países y casi 6.000 abonados en un 'campo' en el que sólo entran 8.100 personas y en un pueblo de 27.000 habitantes. Hemos puesto en marcha una cantera, cinco equipos femeninos y metemos ya las máquinas en el alto de Areitio para construir la ciudad deportiva. También se ha generado actividad económica en Eibar y su entorno. ¿Fracaso?», reflexiona.

Publicidad

Y ¿los jugadores? «Son jóvenes que abandonan sus hogares y a sus familias desde muy temprano y eso es muy duro. Son chicos con una vida profesional muy corta, con un éxito que no es precisamente fácil de gestionar. Y encima…. viven rodeados de lobos… Es un mundo bastante duro».

«No hemos sabido transmitir el espíritu de sacrificio a los jóvenes»

Aunque se declara militante del «pensamiento positivo», reconoce que hay días en los que se mete a la cama y nota que su cabeza se ha llenado de nubarrones. Es algo así como «vaya panorama tenemos por delante». Su formación le permite apreciar con bastante precisión la profundidad de la crisis en la que estamos metidos, a la que nos ha llevado el Covid y el parón mundial de la actividad. Y ahí nacen sus temores de cara al futuro. «El mundo se mueve por ciclos, está claro que después de un momento de crisis llega otro de crecimiento. Pero creo -se lamenta- que no hemos sabido transmitir a los jóvenes el espíritu de sacrificio que es necesario para pasar de un ciclo negativo a otro positivo». Peor aún. Está convencida de que esa aparente indolencia de las nuevas generaciones va a actuar como un auténtico freno en la etapa de recuperación de la economía.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad