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Editorial ·

Líderes y partidos necesitan más madurez política para que el país cuente con 'pactos de estado' sobre pensiones, empleo o reformas pendientes

Martes, 5 de noviembre 2019, 01:04

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El debate entre los candidatos a las elecciones mostró que sus posiciones se sitúan aún más lejos de lo que estaban en abril, y de ... lo que estuvieron entre julio y septiembre, cuando cabían dos o más fórmulas para asegurar la investidura de un presidente y la gobernabilidad del país. Ayer, Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias, que protagonizaron los encuentros postelectorales tras el 28-A, se mostraron inicialmente dispuestos a revisar su conducta anterior. Conscientes, sin duda, de que los ciudadanos reclaman que el domingo dé paso a un tiempo de acuerdos que garantice la estabilidad. Pero afloró la crisis catalana, para demostrar que su mera mención distancia entre sí a las formaciones de izquierdas -PSOE frente a Unidas Podemos- y a las de derechas -PP, Ciudadanos y Vox- sin que asome una alternativa transversal mínimamente coherente para afrontar el desafío independentista. Los llamamientos al diálogo de unos chocaban con la mano dura exigida por otros y el anuncio del presidente de pedir que sea delito la convocatoria de reférendums ilegales. El capítulo económico reveló que ninguno de los candidatos está dispuesto a enfrentar la desaceleración, el enfriamiento, o una eventual recesión en lo inmediato. Las divergencias en materia fiscal -rebajas tributarias frente a lucha contra la elusión y el fraude- ofrecen la oportunidad de que los partidos en concurso dialoguen y negocien tras el 10-N. Pero la ideologización del debate ciega los cauces del entendimiento posible. Sobre todo cuando la discusión elude la pregunta crucial de cómo pueden cuadrarse las cuentas públicas, y cuáles son las reformas estructurales pendientes. El debate evidenció que los partidos con posibilidades de formar gobierno continúan soslayando, más allá de enunciados genéricos o principistas, el problema de las pensiones y el del empleo. Derivando ambas cuestiones a la evolución de la economía y a las decisiones que pudieran adoptar quienes se hagan cargo del Gobierno con posterioridad a los actuales candidatos. El contraste de posturas escenificado por Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias y Abascal podrá someterse a evaluaciones sobre quién quedó mejor ante la opinión pública en general, o sobre quién pudo activar más a sus potenciales votantes de cara al domingo. Pero se necesitarían dos y tres debates más para que los candidatos saliesen de su zona de confort, y arriesgaran de verdad iniciativas programáticas junto a propuestas de acuerdo. Y para que desvelaran los pactos que prefieren. En el aire quedó además la propuesta de Sánchez para que gobierne la lista más votada si no hay mayorías suficientes.

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