Los candidatos se pierden en el fango
koldo domínguez
Martes, 23 de abril 2019
Tras un primer debate un tanto anodino y falto de pegada, los cuatro aspirantes a La Moncloa demostraron que sabían hacerlo... peor. ... El intercambio de ideas, lejos de ofrecer algo positivo para los espectadores, presentó un enfrentamiento abierto con malos modos, un todos contra todos en algunos momentos con golpes feos y un tanto barriobajero. Argumentos de trazo grueso que enfangaron cualquier opción de un intercambio de ideas y propuestas. Que Iglesias acabara pareciendo el más templado de los cuatro, cuando hasta hace poco era el candidato 'antisistema', demostró el nivel de la cita.
El cambio de talante se vio claro en Pablo Casado, más agresivo, y, en los primeros minutos, en Pedro Sánchez. Ambos recurrieron desde el inicio a la táctica de crear incomodidad en los rivales con continuas interrupciones, marca de la casa de Albert Rivera. Como el primer día le había funcionado, el presidente de Cs volvió a recurrir a ella, pero se pasó tanto que por momentos jugó en su contra.
Casado cambió de táctica respecto al primer encuentro y atacó a Sánchez con dureza desde su primera intervención para echarle en cara sus «pactos con Otegi». «Pero tenga cuidado, es un experto en secuestros y sabe pedir rescates a cambio de su apoyo». «Yo no he pactado con los independentistas», respondió una y otra vez el presidente.
Sánchez se trajo la lección aprendida del primer debate y le estaba esperando al representante de Ciudadanos. Y con ganas. Así que cuando Rivera sacó una copia de la tesis del presidente –«un libro que seguro usted no se ha leído», le soltó– y se lo arrojó a su atril, el presidente del Gobierno ya tenía en la mano un ejemplar del libro de Santiago Abascal para entregárselo.
Lo que anoche no apareció fue ninguna copia de la Constitución, que Pablo Iglesias la dejó en casa. El dirigente de Podemos fue el único que mantuvo cierto perfil similar al de la cita interior, con un tono pausado y santurrón. Como profesor de Ética que pide silencio en clase, reclamó varias veces educación y corrección al resto de candidatos. «Siento vergüenza de cómo está discurriendo el debate», llegó a confesar. El buen talante se le agotó tras la enésima interrupción de Rivera y ahí ofreció unos momentos de la noche. «Es usted un maleducado, un impertinente», le acusó al líder naranja, a quien el rapapolvo sólo le duró unos minutos porque al rato volvió a desesperar al resto de candidatos con muletillas y comentarios constantes. «Está acelerado», le dejó caer varias veces Sánchez.
Cara a cara puntuales
El formato del debate elegido por Atresmedia facilitó del intercambio de opiniones, 'cara a cara' puntuales que reflejaron los objetivos con los que cada aspirante acudía al debate. Sobre todo, Casado y Rivera, rivales por tratar de encabezar el bloque de centro derecha. Aunque ambos volvieron a asumir que tras el domingo tendrán que entenderse, se enzarzaron por demostrar quién propone la bajada de impuestos más ambiciosa. Y rivalizaron por quien atacaba más al presidente del Gobierno. «Ya estamos con las primarias de las derechas», se lamentó Sánchez, que repitió en varias ocasiones expresiones de fastidio de todo tipo: «mentira», «¡pero qué dice!», «eso es falso».
El bloque sobre la violencia de género también fue un todos contra todos, embarullado, con acusaciones cruzadas de grueso calibre, en el que Sánchez utilizó el pacto de PP, Cs y Vox en Andalucía para poner en duda el compromiso de Casado y Rivera contra esta lacra social. «No le voy a tolerar que me señale», le replicó el líder del PP, quien recuperó una noticia de los años 90 sobre una condena de malos tratos del dirigente del PSE Jesús Eguiguren, uno de los artífices del fin de ETA.
Las descalificaciones continuaron a lo largo de la última parte del debate, con acusaciones de «incompetente», «incoherente», «blanqueador del terrorismo»... Después de semanas poniendo sobre la mesa el derecho de los ciudadanos a presenciar un debate entre los principales candidatos, la duda que quedó fue para qué.
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