Un panorama instalado en lo impredecible
Vivimos tiempos intensos. Si 2020 fue la pandemia, 2021 la escasez. Si 2022 fue la inflación, 2023 la consiguiente desaceleración. Si se esperaba en 2024 ... una vuelta a la normalidad, parece que, como mucho, tenemos una frágil estabilidad económica, con continuas sorpresas.
Las perspectivas para 2025 auguran la prolongación en un panorama instalado en lo impredecible. Mientras el ciudadano europeo se muestra preocupado por los precios, las guerras y la inmigración, las empresas lo estamos por gestionar la presión regulatoria, el bajo crecimiento de nuestros mercados, el cambio social, los movimientos políticos, los vaivenes con la energía, la creciente competencia exterior y las oportunidades que podamos encontrar en la transición hacia la sostenibilidad y en el desarrollo de la inteligencia artificial. Un cóctel excepcional, complejo de combinar.
El reto para nuestros gobernantes es enorme. La relevancia de Europa está en entredicho y la Unión debe rehacerse. Precisamos de competitividad. Ofrecemos inversión, arraigo y visión a largo plazo. Mientras tanto, no hay otra opción, gestionaremos, trataremos de construir nuestro futuro.
Vidrala somos un caso evidente. Recientemente hemos entrado en Brasil, hemos salido de Italia, hemos verticalizado en Reino Unido y estamos invirtiendo en nuestras instalaciones, más que nunca, por adaptar nuestros costes y conseguir que nuestro negocio sea sostenida y sosteniblemente rentable. No podemos relajarnos, nos mantendremos muy ágiles, mirando al futuro con optimismo. Entre las muchas previsiones económicas que se pueden recoger estos días destaco una: los consumidores a lo largo de todo el mundo dedicaremos en 2025 un 6% más a comprar productos de alimentación y bebidas. Tenemos una gran oportunidad: adaptarnos.
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