Casi 2.000 empresas zombis sobreviven en Euskadi a base de refinanciaciones
Se trata de compañías cuya actividad no es rentable pero que siguen adelante gracias a las renegociaciones continuas de sus deudas
Gonzalo Ruiz
Lunes, 30 de junio 2025, 01:05
Uno puede pensar que el término zombi se limita exclusivamente a las obras de ficción, pero lo cierto es que también ocupa un lugar en ... el plano económico. En concreto, la palabra sirve para definir a las empresas muertas vivientes, es decir, aquellas que no generan ingresos suficientes para hacer frente a sus gastos y que recurren continuamente a la financiación con el único propósito de seguir vivas. También se les denomina empresas vulnerables, en un tono más amigable y, en estos momentos, en Euskadi hay por lo menos 1.926 sociedades que entran dentro de esta categoría.
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Así lo constatan en el último informe llevado a cabo por Informa D&B, filial del grupo de seguros Cesce, que a su vez cifra en 35.685 las compañías zombis en el conjunto de España. Para identificarlas han tenido en cuenta dos criterios: que sean empresas con un ratio de cobertura de intereses negativo y que tengan más de 10 años de antigüedad. Teniendo en cuenta que el número de empresas vascas inscritas en la Seguridad Social alcanzó en mayo las 57.882, el resultado es que aproximadamente el 3,3% de ellas son zombis. Se trata de un porcentaje bastante superior al registrado en España, donde éste llega al 2,6%.
La mayoría de ellas son microempresas -un 82,4%-. Otro 4,7% corresponde a las empresas de tamaño mediano y un 3,4% son grandes. Clasificándolas por sectores, las dedicadas a la construcción (30%) y el comercio (20%) acaparan la mitad de todas las compañías vulnerables en España. También tienen un peso importante las que se centran en servicios empresariales (14,5%) o las que se dedican a la industria, que son una de cada diez.
En el País Vasco hay varios ejemplos de lo que es una empresa zombi, pero quizás el caso más conocido sea el de La Naval, que echó el cierre a su actividad en 2018 tras varios años sobreviviendo a base de refinanciaciones y con deudas que alcanzaron hasta los 120 millones. De hecho, 76 de esos millones correspondían a impagos a más de 450 empresas auxiliares, y algunas de ellos no cobraron y fueron arrastradas junto al astillero de Sestao.
Es por ello que los expertos advierten que, si bien este tipo de empresas siguen aportando de manera positiva socialmente -por la generación de empleo y aportación a la Seguridad Social-, pueden suponer un lastre para la competitividad general de la economía. «La academia está bastante alineada y la conclusión es que estas empresas adquieren recursos y ciertos privilegios. No tienen viabilidad, sobre todo desde una perspectiva a largo plazo y pueden arrastrar a las demás empresas a convertirse en zombis», dice Leire San José, catedrática de la UPV/EHU en finanzas e integrante del grupo de investigación ECRI, que lleva analizando estas empresas durante más de una década.
La cuestión es que «cerrar una empresa no es tan sencillo, ya que normalmente se especializan en algún ámbito y es difícil reorientarlas», sostiene la investigadora. Añade que despedir a estas personas de manera súbita «puede generar riesgos en el territorio».
Mantener el empleo
Un claro ejemplo de un país al que le interesa mantener vivas sus empresas zombi es China, que actualmente cuenta con el mayor número de ellas desde 2001. Pekín utiliza exenciones fiscales, subsidios y apoyo del Banco Popular de China para sostenerlas, priorizando la estabilidad social sobre la eficiencia económica, con el fin de preservar empleos y evitar protestas, además de atraer inversiones.
En este sentido, San José sostiene que pueden ser tres los agentes que pueden implicarse en impedir el cierre de ciertas empresas. Por una parte, las propias compañías, donde «alguien que ha puesto un capital y está arriesgando parte de su vida». Por otra parte, las propias entidades bancarias que las financian, ya que «han hecho una apuesta» y de esta forma pueden posponer o evitar pérdidas en caso de que la empresa quiebre. Y por último, los gobiernos, que pretenden preservar empleo y evitar efectos dominó en el que el cierre de una empresa pueda afectar indirectamente a otras.
Así las cosas, desde ECRI defienden la necesidad de apostar por una destrucción creativa «que garantice que empresas sanas ocuparán el lugar de las zombis destruidas». Para poder hacerlo, sostienen que se necesita «una regulación clara para la identificación de empresas zombis y unos procesos de quiebra eficientes».
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