Bizkaia despide a lo grande a su referente
Mikel Urrutikoetxea juega su último partido como profesional arropado por los suyos en el frontón de Miribilla, donde lo ganó todo
Con los ojos vidriosos y el frontón Bizkaia en pie. Así fue el adiós de Mikel Urrutikoetxea de la pelota profesional. Arropado por sus seguidores ... y en el escenario en el que consiguió todos sus títulos oficiales. Tres, uno en cada modalidad. En apenas un año el delantero pasó de ser la eterna promesa a campeón. Su explosión fue un estallido de oxígeno para el territorio dentro de este deporte. Rompió una sequía de títulos que se prolongaba ya 38 años y lo hizo de forma contundente. Este sábado perdió con Zabaleta contra Altuna III y Albisu. El resultado fue lo de menos. El de Zaratamo es parte de la historia de la pelota.
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Fue un pelotari capaz de discutir el dominio que por aquel entonces ejercían Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo, protagonistas de una de las épocas doradas. Ganó a los dos. Primero a su ídolo desde la infancia. Al delantero de Goizueta, al que hizo de sparring desde los 16 años y que no ha dudado en calificarle como «el pelotari más completo», le arrebató un Manomanista en 2015. Cuando muy pocos lo esperaban, Urrutikoetxea llegó en silencio para marcar su territorio y cumplir un sueño en un duelo muy duro. Algunos aficionados todavía recuerdan la emoción de Jesús García Ariño e Iñaki Gorostiza, los anteriores campeones vizcaínos, antes de la ceremonia de la entrega de la txapela.
Seis meses después pudo con el campeón de Ibero dentro del acotado tras una remontada para el recuerdo en la que, tras ir perdiendo 10-20, hizo doce tantos consecutivos y llevó la locura a las gradas del frontón de Miribilla. Y por si esto fuera poco, la inercia que llevaba le permitió poner el broche poco más tarde con el Parejas. Pero lo hizo de zaguero en compañía de Olaizola II, siendo delantero, algo que hasta ahora no ha vuelto a repetir nadie y harán falta que pasen años para que se vuelva a ver. De esta forma, el vizcaíno entró en el selecto grupo de ocho pelotaris que cuentan con la triple corona.
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Época dorada
De 2015 a 2020 fue su época dorada en una carrera que se ha prolongado 16 años. Ganó las tres primeras finales y jugó otras cuatro. Estuvo muy cerca de ampliar su palmarés en un par de ocasiones pero no pudo. Aquel pelotari espigado con una chispa especial en la derecha llegó a la cumbre tras un proceso de cocción lenta basado en el trabajo. No hubo secretos. Consiguió explotar sus virtudes y aprendió que para presentar batalla a los mejores tenía que ser inconformista. Y a pesar de su timidez lo fue. En la cancha. Donde más a gusto estaba.
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Pagó el precio de las lesiones. De joven, los problemas de manos. Cuando ya estaba curtido, una mononucleosis le obligó a parar en su momento álgido. Pero de eso también salió. Bastante más complicado fue la larga enfermedad y el posterior fallecimiento de su madre. Entró en un túnel oscuro en plena pandemia, que coincidió con la huelga de los pelotaris de su empresa que no secundó, algo que le valió algunas críticas.
Tuvo que superar los miedos generados por la depresión, pidió ayuda, peleó, y también ganó ese partido. Pero los años no perdonan, menos cuando se tienen rivales con la misma hambre y cualidades que las que tenía el de Zaratamo hace diez años. Los torneos individuales, los que otorgan y quitan estatus, pasaron a un segundo plano porque su brillo comenzó a decaer. Y a finales del año pasado tomó la decisión más complicada.
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Otros pelotaris como Danel Elezkano, ya retirado por problemas físicos, y Aitor Elordi le tomaron el relevo en la pelota vizcaína y la llevaron a lo más alto. Siguieron el camino que Mikel Urrutikoetxea trazó después de una larga travesía por el desierto.
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