La cita olímpica que puede condicionar una guerra

La escalada bélica está condicionada por China, por unos Juegos Olímpicos de Invierno que se celebran en Pekín entre el 4 y el 20 de febrero. El todopoderoso presidente Xi Jinping ha dado órdenes a los suyos para advertir al resto de potencias de que no permitirá que el gran evento que le convertirá en el escaparate mundial -no hay mayor acto diplomático que unos Juegos- se vea eclipsado por una guerra de gravísimas consecuencias.

Y no sólo son los Juegos de Invierno, que terminan el 20 de febrero, también los Paralímpicos, que se disputan entre el 4 y el 13 de marzo. Dicho de otro modo. Estamos hablando de casi mes y medio de potencial tregua diplomática que puede servir no sólo para enfriar, incluso para congelar el enésimo capítulo de esta suerte de nueva Guerra Fría.

El factor chino ha entrado en juego. ¿Logrará su objetivo? Pese a la enorme influencia de Pekín y su cada vez más estrecha relación con Rusia, hacer cábalas sobre Ucrania se ha convertido en una moneda al aire. Basta con que salte una chispa, a uno u otro lado de la frontera, para que todo estalle por los aires. No será por ganas, que las hay y muchas. También en China, cuya relación con Washington, lejos de mejorar tras el duro pulso mantenido con Donald Trump, sigue bajo mínimos con la Administración liderada por Joe Biden. Como advierte Gideon Rachman, una de las voces geopolíticas de referencia de 'Financial Times', «Putin y Xi, en 2022, están decididos a hacer del mundo un lugar seguro para la autocracia».

Que Estados Unidos sabe que el papel que puede jugar Pekín en la crisis ucraniana es clave lo evidencia el hecho de que a finales de esta semana, el secretario de Estado, Antony Blinken, telefoneó al ministro chino de Exteriores, Wang Yi, para pedirles que intercedan «de manera constructiva» para rebajar la tensión con Rusia, ya que el estallido de una guerra «tendría efectos negativos para Pekín». China, por su parte, pidió «respetar las legítimas preocupaciones» de Moscú, criticó la «expansión» militar de la OTAN y pidió «calma» y «contención».

Los problemas no se quedan aquí. El ambiente viene muy caldeado desde que la Casa Blanca anunció que iba a boicotear estos Juegos de Invierno. No es un boicot completo, sólo diplomático. Es decir, los deportistas estadounidenses sí competirán pero no habrá presencia de altos funcionarios o responsables políticos de la Administración Biden. El motivo, según explicó Jen Psaki, secretaria de prensa de la Casa Blanca, es el «genocidio y los crímenes de lesa humanidad» cometidos en Sinkiang, una región en el noroeste de China.

Una decisión que han seguido con entusiasmo países como Reino Unido o Australia, y que ha provocado la ira de Pekín, que ya ha advertido de que esta decisión tendrá graves consecuencias. Este tipo de boicots no son ni mucho menos nuevos. En 2014, por ejemplo, los entonces presidente Barack Obama, vicepresidente Joe Biden y primera dama Michelle Obama no asistieron a los Juegos Olímpicos de Sochi en Rusia. Francia y Alemania también se sumaron.

El boicot más destacado ocurrió en 1980, cuando más de 60 países liderados por EE UU boicotearon por completo los Juegos Olímpicos de Invierno en Moscú (tampoco fueron deportistas) debido a la invasión rusa de Afganistán el año anterior. Ahora, el botón nuclear se llama Ucrania y China va a hacer todo lo posible para desactivarlo.