Ni el virus puede parar el fútbol callejero en Marsella
Pese al confinamiento, jóvenes de los barrios marginales convocan partidos por la redes sociales y la policía se ve incapaz de evitarlo
El Gobierno francés ha ordenado el final de la liga de fútbol. No habrá más partidos esta temporada. Neymar y Mbappé se quedan en casa. Eso se firmó en París, pero, como tantas cosas acordadas en el capital de la república, no se escuchan en Marsella, la rebelde, la menos francesa de las ciudades de Francia.
En algunos barrios, marginales, vulnerables y violentos, los jóvenes se citan a través de las redes sociales para disputar partidos callejeros. Si acude la policía, agarran el balón y salen corriendo. Como los manteros. A veces, incluso, los agentes renuncian a bajar del coche. Entre jugadores y público hay puños y rabia de sobra para montar un tumulto. El fútbol en Marsella ha desafiado al confinamiento en el que vive el país.
Marsella es pasión. Es fútbol. El amor por el Olympique une a los vecinos. Todos se sienten por igual militantes de esos colores pese a las enormes diferencias sociales. El odio hacia el Lyon y el Paris Saint Germaine les conjunta aún más. Ahora no hay fútbol. No tienen esa religión deportiva. El confinamiento por la pandemia ha recluido a la población en sus casas. Esa norma, de obligado cumplimiento, se rompe por el fútbol en algunos distritos del norte de la ciudad.
A diario, como informa el periódico 'La Provence', se organizan partidos de fútbol callejero. Son encuentros clandestinos, pero no secretos. Se anuncian a través de las redes sociales. Una vez hecha la convocatoria, los jugadores y los aficionados se reúnen. Algunos llevan guantes y máscara. Otros, nada.
La policía está habituada a la violencia histórica de estos barrios. Incurable. Invencible. «¿Qué pueden hacer de todos modos?», comenta uno de los jóvenes jugadores. «Si nos expulsan, volveremos en una hora». En 'La Provence' se relata una escena reveladora: mientras un grupo de chavales, jaleados por sus amigos, juegan un partido en la calle, un vehículo policial pasa al lado. Los agentes no bajan el automóvil. Ni paran. Siguen su camino. En Francia no hay fútbol profesional y no se pueden organizar reuniones en la calle. Marsella, pese al riesgo de contagio, se resiste. Es su sino. Siempre lo ha hecho.