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A Ricardo de Burgos Bengoetxea (Bilbao, 39 años) le sobró un minuto del descuento para esquivar en la final de la Copa del Rey el ... protagonismo que había asumido en la previa. El vizcaíno, que no pudo contener las lágrimas al hablar de las presiones que estaba sufriendo tras ser designado para la final, había tenido el viento a favor en el partido gracias a la actitud de dos equipos que apostaron por jugar, dejar de lado su rivalidad y no embarrar el duelo.
Pero en el minuto 95, a uno de los seis que había decretado del descuento y con el partido rumbo a la prórroga, apareció Raphinha para hacer saltar por los aires el perfil bajo que había mantenido De Burgos Bengoetxea. Caída en el área ante la entrada de Asencio, el árbitro que decreta penalti y el lío montado sobre el césped de La Cartuja, que aumenta a medida que las sucesivas repeticiones evidencian lo que finalmente le advirtió el VAR. El piscinazo del brasileño le hizo cambiar su decisión después de comprobar las imágenes en una jugada que ensombreció su destacado nivel de arbitraje anoche.
El clásico en versión final de la Copa del Rey había dado una vuelta de tuerca al habitual protagonismo de los árbitros. Hasta ahora, lo habitual es que fueran el centro de atención y muchas veces de las críticas durante y después de los partidos. Pero este Barcelona-Real Madrid llevó a De Burgos Bengoetxea a colocarse en el ojo del huracán antes de que se disputara la final. No hizo falta que empezara el partido, las presiones y descalificaciones al colegiado vizcaíno llegaron los días anteriores, lo que provocó una imagen inédita, la del propio árbitro llorando en la rueda de prensa previa cuando explicó lo que estaba viviendo tras ser designado el colegiado del partido.
Después llegaría la poco deportiva reacción del Real Madrid, que no acudió ni al entrenamiento ni a la rueda de prensa ni a la cena oficiales y pidió que se cambien a los árbitros designados para la final. La Federación desoyó esta demanda y por fortuna para el normal desarrollo de un torneo centenario como es la Copa, las aguas se calmaron a tiempo para que la actuación de De Burgos Bengoetxea tuviera su correspondiente protagonismo sobre el césped.
Si los días previos a De Burgos Bengoetxea no se lo pusieron fácil, anoche sí que tuvo la colaboración de unos futbolistas que le ayudaron en la primera parte a que el juego tomara la palabra. Al vizcaíno se le vio dialogante, buscó que el partido tuviera ritmo y trató de intervenir lo menos posible, se le vio siempre dispuesto a aplicar la ley de la ventaja y fue didáctico cada vez que un futbolista le cuestionó una decisión.
En su debe, la acción de Lucas Vázquez en el minuto 4, con una entrada por detrás a Raphinha que se quedó sin amonestación. Un listón demasiado alto que el propio colegiado tuvo que ir rebajando a medida que avanzó la primera parte. Curioso fue que el primer amonestado fuera Ancelotti por protestar, pero a De Burgos no le quedó más remedio que calmar la intensidad del partido cuando Tchouameni se llevó por delante a Dani Olmo.
El Barça pidió penalti en una mano de Valverde en el área que el árbitro explicó que no era porque estaba deslizándose por el terreno de juego y tuvo la confirmación del VAR, mientras que en el descuento de la primera parte corrigió su decisión de pitar penalti a Vinicius cuando su juez de línea le advirtió de que había sido fuera de juego.
En la segunda parte llegó la recuperación del Real Madrid y la final se desarrolló a todo trapo a beneficio de un De Burgos Bengoetxea que apenas se dejó notar en un partido de ida y vuelta. Un ataque de Mbappé frenado en falta por De Jong convirtió al Madrid en un coro de protestas pidiendo la expulsión del neerlandés. No era el último jugador, como explicó a todo el que quisiera escucharle, lo mismo que hizo cuando Ferrán pidió penalti y él le dijo que el contacto no había sido suficiente. El partido estaba lanzado y los dos equipos habían reclamado un protagonismo que agradeció el colegiado, pero el maldito minuto 95 marcó una final en la que De Burgos Bengoetxea había demostrado por lo demás ser un árbitro de primer nivel.
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