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La Loze, la serpiente asesina del Tour

Cinco kilómetros brutales sobre una pista de esquí añadidos al puerto de Meribel ponen a los favoritos frente al gran reto de esta edición

Miércoles, 16 de septiembre 2020, 00:15

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Meribel está en el corazón de los Tres Valles, el paraíso de los esquiadores alpinos. Chalets de madera, praderas verdes y cimas con nieve perpetua. Al fondo, el Mont Blanc, que todo lo ve. La carretera hasta la estación de esquí ya es un puerto de primera. Pero a los responsables de la zona se les ocurrió que todavía les quedaba montaña por conquistar. ¿Y si asfaltaban cinco kilómetros de una de las pistas de esquí y se la ofrecían al Tour? Ahorraron un millón de euros y lo hicieron. La dirección de la ronda visitó aquella serpiente de brea en la nada. Les gustó. Se llama el col de la Loze. Pero antes de darle el visto bueno decidieron probarla el año pasado en el Tour del Porvenir. Fue un éxito. Están convencidos de que es un escenario que dejará huella. «El puerto del siglo XXI», como define Christian Prudhomme, director de la Grande Boucle.

«Va a ser una locura», pronostica Primoz Roglic, el líder de la carrera. Era esquiador. Estará en su hábitat pero con el calendario al revés. El esloveno se decicaba a volar cuesta abajo. Era saltador. Ahora trepa a pedales. «Tengo que estar siempre vigilando a Pogacar», se previene a sí mismo. Su joven compatriota es la mayor amenaza. Le tiene sólo a 40 segundos. Eso son apenas unos metros en los cinco kilómetros finales, los añadidos desde Meribel.

«Es el puerto del siglo XXI», define Christian Prudhomme, el director del Tour

Al límite de la dureza

En total, la cuesta tiene 21 kilómetros. Hasta la estación de esquí es un puerto corriente. Uno más. Luego todo cambia. Hay dos kilómetros que superan de media el 11% de pendiente y tres que bordean el 10%. Pero los números engañan. Es una subida violenta, con muros del 20% y descansos. Amenaza con el perfil de una montaña rusa en la que será difícil gestionar el aliento. Precipitarse supone el riesgo de quedarse clavado en una de esas paredes. Es un lugar para perder todo lo ganado en dos semanas. Y también para aspirar al oro de los Campos Elíseos.

Los datos de pendiente engañan. Son peores aún porque tiene muros del 20% y descansos

Difícil de gestionar

En el Tour del Porvenir de 2019, los mejores tardaron algo más de una hora en coronar la montaña. Un esfuerzo así es poco frecuente. Está a la altura del Mont Ventoux y del Galibier. Para el Tour es territorio desconocido. Aunque no para los ciclistas. Todos los favoritos lo han sufrido en entrenamientos previos a la Grande Boucle. «Este año no hay apenas puertos por encima de los dos mil metros de altitud. Y en esta etapa tenemos dos, la Madeleine y la Loze», avisa Landa. Eso, en teoría, beneficia a los colombianos. Aunque quizá no tanto esta temporada. Por servidumbres de la pandemia, tuvieron que volar a Europa antes. Han perdido aclimatación, aunque conservan su genética.

Con los ocho primeros de la general metidos en dos minutos, el Tour no se puede dar por cerrado. Y menos con Pogacar en juego. Es como un niño con una pistola. Le ha cogido gusto a disparar. Ayer, tras su arrancada fallida en el sprint de Villard-de-Lans, dijo: «Bueno, ha sido un calentamiento para mañana». Para hoy en la Loze.

Ante dos colosos

Un día para jugársela: Desde que arrancó el Tour se habla de la subida al col de la Loze (21 kilómetros, al 7,8%) y de sus cinco kilómetros finales, con rampas del 20%. Pero no hay que olvidar que antes espera otro mito mineral, la Madeleine (17 kilómetros, al 8,4%), que siempre pasa factura. Son dos montañas de larga duración.

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