Mark Padun posa antes de la salida en Hondarribia. karlis

Mark Padun, con un ojo en la Itzulia y otro en Ucrania

Nacido en Donetsk, el ciclista del Education First asiste desde la distancia a la invasión de su país y lanza un mensaje de «paz»

Martes, 5 de abril 2022, 04:08

Apenas unos días después del inicio de la invasión rusa sobre Ucrania, Mark Padun ganó la contrarreloj final de O Gran Camiño, una vuelta en ... Galicia que al final se adjudicó Alejandro Valverde. En el podio, Padun lanzó un beso al cielo de sus compatriotas en Ucrania, entonces y ahora cubierto por bombarderos. «No puedo estar completamente feliz con este triunfo», lamentó. El otro ciclista de ese país que participaba en la carrera, Andrii Ponomar, tuvo que retirarse entre lágrimas. Abrumado por la matanza que acechaba su casa. En una de las salidas, los dos ucranianos y el ruso Novikov soltaron una paloma y lanzaron un deseo: «Paz».

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Padun está ahora en la Itzulia. La guerra no es nueva para él. Nació hace 25 años en Donetsk, en la región del Dombás que reclama Rusia y por la que facciones proucranianas y prorrusas pelean desde 2014. Su infancia corrió junto a la mina de carbón de Zasyadko. Del ciclismo supo cuando a su escuela llegó un grupo de cazatalentos olímpicos. Sometieron a los chavales a distintas pruebas. Padun tenía potencial. «Me prestaron un bicicleta y me la pude llevar a casa», contó en el diario 'L'Equipe'.

Ingresó en un internado para deportistas y allí, por calles ahora devastadas, disputó sus primeras carreras. Mientras estaba en una concentración invernal en Crimea hubo movimientos de tropas rusas. Salieron huyendo. Pero en Donetsk, en casa, también había soldados por la calle. Era 2014. El inicio de ese conflicto. Padun salía a entrenarse y tenía que parar continuamente ante los controles militares. Sus padres tomaron la decisión de mandarlo a a Kiev con algunos familiares. Con el tiempo y cuando se convirtió en ciclista profesional, fue él el que pudo sacar de allí a sus padres y llevarlos a Seattle, en Estados Unidos.

Ya tuvo que huir de Crimea hace años, mientras se entrenaba, al aparecer tropas rusas

Padun ha vivido alejado del Donbás gracias al ciclismo. De Kiev y con 18 años buscó fortuna en el pelotón amateur italiano. Le gustaban los escaladores como Contador. Rivalizó con Ciccone, Enric Mas, Higuita, Vlasov, Sivakov... y hasta con Pogacar, al que batió en alguna ocasión. Tenía talento y un problema: el peso. Cuando rondaba los 67 kilos era imparable, como demostró el año pasado con sus dos victorias en el Dauphiné en etapas de montaña. Pero a menudo andaba por los 76 kilos. Demasiado lastre. Esa irregularidad en sus resultados levantó la sospecha habitual en el ciclismo: la sombra del dopaje. Su equipo, el Bahrain, no lo seleccionó para el Tour 2021. Padun decidió cambiar de maillot. Su vida es un viaje interminable.

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Jonathan Vaugthers, mánager del Education First, se interesó por él. Pero aquí nadie se fía de nadie. Le llamó y le dijo que se presentase al día siguiente para una prueba de esfuerzo. Sin margen para trucos. Padun condujo 700 kilómetros. Llevaba semanas sin entrenarse y estaba con varios kilos de más. Hizo el test. Peter Schep, jefe de rendimiento del Education First, tuvo que frotarse los ojos. Nunca había visto unos datos de consumo de oxígeno tan altos. Vaugthers investigó el pasaporte biológico de Padun. No vio nada que lo relacionara con el dopaje. Así que apostó por él. Ahora pelean contra la báscula. Es su batalla diaria mientras lejos, en el paisaje infantil de Padun, aparecen fosas llenas de cadáveres. Así vive, con un ojo en la Itzulia y otro en la guerra.

Para él, paradojicamente, la invasión rusa de Ucrania ha tenido un efecto colateral positivo: ya no le miran como si fuera un ciclista sospechoso, sino como una víctima de esta barbarie que no cesa.

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