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A algunos sueños los defiende la memoria. Dicen que se sueña en blanco y negro. No siempre. A veces, hay destellos como aquel fogonazo naranja que rebobina y traslada al Tour, a la victoria de Laiseka en Luz Ardiden o la de Mayo en Alpe d’Huez. El ciclismo vasco tiene la memoria naranja.
Hace unos meses, en verano, Mikel Landa llamó a Paco Rodrigo, dueño de la empresa textil Etxeondo. El ciclista había rescatado del naufragio a la Fundación Euskadi, su cuna. Y buscaba muletas en las que apoyarse para reflotar aquel proyecto que había unido como nunca a la afición vasca en las cunetas del Tour. Landa y su representante, Jesús Ezkurdia, tenían ya las bicicletas de Orbea y querían las manos del mejor para confeccionar el nuevo maillot del equipo Euskadi. Las banderas hay que hilarlas con sentimiento. Paco asumió el reto. Otros diseños los acaba en un día; éste le duró dos semanas. Pasó mañanas en la bicicleta, que es su diván, eso que él llama «la soledad del guerrero». Pedaleando y dándole vueltas, hasta que se le encendió la luz. «Crear un maillot así me hacía una enorme ilusión. Es un equipo con historia, con nuestra historia. Y sí, lo vi claro: tenía que ser naranja», relata. El color del viejo Euskaltel-Euskadi. Guiño al pasado y billete hacia el futuro. Dos telas que casan bien. Cuando Landa vio el boceto, sonrió. Su sueño, efectivamente, tenía ese color.
«Aquí todavía usamos tijera». Paco Rodrigo, que ha llegado joven a los 69 años, presenta así su empresa, Etxeondo, el nombre del caserío en el que montó hace cuatro décadas su primer taller textil. De estampar telas para Cristóbal Balenciaga pasó a tejer pañuelos de seda y camisetas de algodón. Paco, navarro de Castejón, había sido ciclista de chaval. «Mi patria es la infancia», escribieron Delibes y Rilke. Cuando un amigo le propuso confeccionar la ropa para su equipo ciclista amateur, apretó un interruptor. Algo se encendió. Podía coser sus dos pasiones de siempre: el ciclismo y la costura. Hoy, Etxeondo es la marca a imitar. El elogio del detalle. La elasticidad exacta. El punto de comodidad en un deporte que tortura. Induráin, Delgado, Marino, Kelly y Ullrich llevaron este uniforme hilado en Irura (Gipuzkoa), el mismo con el que ahora luce porte Dumoulin, ganador del Giro. Y también es la piel naranja del nuevo Euskadi.
«Mi función ahora en la empresa es animar a la gente», dice Paco, que no sabe ejercer de jubilado. La suya es una factoría de sello familiar compartida con su esposa, María Jesús Uranga, y sus hijos, Amaia y Patxi. Montó el taller de costura en su pueblo navarro. Hijo agradecido a su origen. Y en Irura tiene las instalaciones donde se diseñan y cortan los patrones y se realizan las estampaciones. Se nota el buen rollo entre los empleados. Se dedican a algo que les gusta. Un privilegio. Con una plantilla así, Etxeondo está en la cima de la moda ciclista. La mayoría de las marcas pagan por vestir a los grandes equipos. Paco cobra. Se pegan por él. Hace unos años eligió al Giant, a Dumoulin. Ahora, además, viste al Euskadi, que ha renacido esta temporada con un equipo diseñado para crecer y retomar la historia del Euskaltel. Etxeondo le ha devuelto la bandera. Naranja.
«Por ese color nos conocen en todo del mundo», apunta Amaia. «Había aficionados extranjeros que pensaban que ‘Euskaltel’ era la región». Tenía que ser naranja. «En cuanto Paco lo dijo, ya no dudamos», recuerda María Jesús. Aun así, Paco llamó a Jon Fernández, director general de Orbea, la otra pata del proyecto presidido por Landa. «A Jon le encantó la idea. Los dos queríamos que se viera Euskadi en grande y que nuestras marcas aparecieran en pequeño. Trabajamos para el futuro y sabíamos que un diseño así iba a generar ilusión entre los aficionados», cuenta Paco. Con la idea y el color fijados, empezó a sonar la tijera en una sala de Irura.
Etxeondo es sencillez, limpieza de trazo y elegancia cosidas con los tejidos más sofisticados. Telas elásticas que abrigan, repelen el agua, dejan respirar a la piel y cumplen como nadie las leyes de la aerodinámica. Pero a todo eso había que estamparle el sello de Euskadi. Mar y montaña. La letra ‘A’ se eleva como un pico sobre una ola azul. En las mangas continúa el oleaje con dos tonos naranjas. Una ikurriña adorna el cuello. Desde lejos, a través de las pantallas de televisión, el naranja lo ocupa todo. El color de la unanimidad. Mientras el fútbol cava zanjas entre seguidores, por ejemplo, del Athletic y la Real, el naranja levanta puentes. Lo hizo con el Euskaltel y ahora Etxeondo ha puesto ese maillot al día. Como si nunca se hubiera ido. «Volvemos al origen, a los comienzos de la Fundación Euskadi. Para los que vivimos aquel sentimiento es emocionante», dice Paco. Para él, esto no es negocio, sino pasión. Buen hilo.
Las salas y el taller de Irura están ahora llenas de señales de humo naranja. En plena producción. Artesanal. El diseño ideado por Paco toma cuerpo allí. Tras perfilar y cortar los patrones, el puzzle de piezas entra en el sistema informático. Un culotte, por ejemplo, se compone de unos ocho fragmentos. Cada uno tiene su elasticidad, su densidad, su permeabilidad, la tensión justa. Y el conjunto debe ser como una nueva epidermis para el ciclista. «Cuando empecé vi claro que tenía que especializarme. Nunca he tenido complejos. Siempre he creído que todo es posible. Por eso nos propusimos ser los mejores», recuerda Paco.
Confeccionar un maillot es como completar un «tetris», bromea una de las trabajadoras. Debajo de esa fina tela hay muchos estudios de temperatura, de aerodinámica y pruebas de comodidad. En Etxeondo, como en las buenas bodegas, se deja que los tejidos descansen, que una vez desplegados de sus bobinas recuperen su elasticidad natural. «La confección de calidad requiere tiempo», apostilla Paco. «Las piezas las cortamos con cuchilla porque el láser puede dejar quemaduras», pone como ejemplo. El parto del maillot naranja ha sido lento, cuidadoso. Con la bandera naranja ya en la mano, Paco sonríe. Tiene lo que buscaba: «Este color nos identifica más aún que el nombre». Euskadi.
Para el diccionario, ‘badana’ es un trozo de piel curtida de oveja o carnero. Para Etxeondo, es el corazón del ciclismo. La pieza más sensible, el punto de apoyo y fricción entre el ciclista y el sillín por el que fluye toda la fuerza. La badana de Etxeondo es uno de los grandes secretos de este deporte. Desde siempre, a Paco Rodrigo le llaman ciclistas cuyos equipos visten otras marcas. En voz baja le piden sus badanas, que nada tienen que ver con la vieja piel curtida del carnero. Ahora son piezas de orfebrería: compuestas por paneles de espuma viscoelástica que se mueven al compás del cuerpo, que distribuyen el peso del corredor, amortiguan los impactos, reducen la fricción y controlan la humedad. Y todo, sin costuras. Sin roces. Como una toallita para el culo de un bebé.
Mientras se escucha de fondo el movimiento sinfónico de las máquinas del taller, Paco Rodrigo repasa su archivo de nombres. Hay muchos. Los grandes han lucido su vestuario por las mejores pasarelas ciclistas. En 1983 le llamaron José Miguel Echávarri, del equipo Reynolds, y Javier Mínguez, del Zor. Los dos le querían. Mínguez tenía a Alberto Fernández como estrella. Echávarri había juntado a Ángel Arroyo, un abulense duro como el pedernal, con un segoviano, Pedro Delgado, chispeante en cada cuesta. Hubo suerte. Los dos equipos fueron invitados al Tour de ese año. El ciclismo español llevaba tiempo perdido en el desierto. Sin apenas figuras. Y ahí, en ese Tour, Delgado electrizó los Alpes y Arroyo ganó la cronoescalada a un templo, el Puy de Dome. Acabó segundo en París, sólo superado por Laurent Fignon. En su estreno, Etxeondo subió al podio final. No se ha bajado.
Con Sean Kelly ganó la Milán-San Remo y la París-Roubaix. Estuvo con Induráin en aquel largo viaje triunfal por el Tour. Con Laiseka en la cima de Abantos en la Vuelta a España 1999, la primera gran victoria del Euskaltel. Con Marino, con Olano, con Contador, con Ullrich, con Degenkolb en otro triunfo en Roubaix... Ahora talla a Dumoulin. Con él ha ganado el último Giro de Italia y el Mundial contrarreloj. Desde enero, el nuevo equipo Euskadi viste su túnica naranja, el color que mejor traduce el sentimiento ciclista vasco.
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