Celia Cerviño: «No he querido hipotecar a mi familia por el tenis»

Nacida en Pontevedra hace 24 años, se busca la vida en el deporte de la raqueta. Es de las pocas que no ha emigrado, ni se ha decantado por entrenar en una gran academia o centro de alto rendimiento. En Galicia, su tierra, tiene todo lo que necesita y más. «Nunca he querido hipotecar a mi familia por el tenis. Si no se puede, no se puede. En casa tengo a los míos cerca. Ha sido mi elección aunque para ir a mi fisio necesito treinta minutos de coche y otros tantos para estar con mi entrenador o mi psicólogo. Eso sí, los baños de agua fría en la playa... ¿Dónde mejor, no?», argumenta con un marcado acento. Se marchó a Estados Unidos con una beca para estudiar Fisiología del deporte y poder progresar como tenista. La experiencia le sirvió.

Actualmente es la 509 en el ranking WTA y eso significa que ha de ser muy hormiguita para, torneo a torneo y partido a partido, ir sumando para la hucha y que esta aventura deportiva y vital compense. «Cada temporada valoro con mis entrenadores los torneos en los que queremos estar. Siempre de más nivel porque prefiero enfrentarme a gente con más ranking. Es un aprendizaje para mi plan. Cada ronda que pasas, te pagan más» explica. En Vitoria fue la única española en superar la fase previa, ganando dos partidos, lo que equivale a «unos 500 euros aunque de ahí quita le impuestos, ya sabes». No elude la respuesta a la pregunta obligada: ¿Cuál es tu plan? Se le iluminan los ojos. «Soy muy llorona, me emociono con todo. Pero te respondo. Llegar a ser la 100 del mundo y estar ahí dos o tres años. Eso significaría vivir bien, sin apreturas», sentencia. Seguro que el camino será largo y sucederá que «perderé muchos partidos, Para eso hay que estar también preparada. Hay que buscar ese equilibrio y estoy trabajando la cabeza bien para estar preparada», confiesa.

Pudo ser una gran gimnasta, «yo era de artística», puntualiza. Sin embargo, las horas de entrenamientos eran interminables para la pequeña Celia. «Yo quería jugar en el parque, divertirme». Y así sucedió que un día su madre le apuntó a un campus con 9 años y el entrenador vio cualidades. «Ahí encontré mi parque para siempre y cambié el tenis por la gimnasia», sonríe de forma tímida. Es la 24 en el ranking nacional aunque tampoco lo tenía claro. «No lo sabía», responde divertida. Solo tiene entre ceja y ceja como buena gallega, ese 100 que le hará pasar de una realidad a otra y ser una verdadera profesional de este deporte.