Mujer en la Edad de Hierro

Nada más leer la noticia sobre el muy relevante logro de Elena Loyo –enhorabuena, campeona– los ojos me dirigen a la hemeroteca vertical y privada que amenaza con escalar desde el campo base hasta el techo. Así, a pulmón, sin oxígeno. Una especie de acto reflejo, el de la mirada hacia ese espacio que ninguna madre permitiría mantener en semejantes condiciones, que me evoca aquella tarde en la que este periódico recurrió a una nómina sustanciosa de figurantes. Personajes de todos los ámbitos –la cultura, el deporte, las profesiones y los oficios, la bonhomía y la vida misma– que respondieron afirmativamente a la convocatoria de EL CORREO para encarnar la evolución de Vitoria desde los tiempos remotos hasta su imagen actual. Un homenaje, con paradas al modo de metas volantes a través de la historia, a nuestro anillo verde y diferencial.

A la ya casi certera y próxima olímpica alavesa le correspondió encarnar a una mujer de la Edad de Hierro que mantuvo una charla prolongada, serena y dulce con Alfonso Subero 'Tito', hombre que guardó la portería del Deportivo Alavés antes del advenimiento de Fernando Pacheco 'El Santo'. Y es que el meta metido al universo de la informática acude cada vez que se le solicita. En ese caso para concentrarse en la sede de la Fundación Sancho el Sabio (convento de Betoño) antes de tomar el autobús con destino a las campas de Olárizu. Tan bueno resultó aquel reportaje gráfico que la maratoniana ocupa la portada del suplemento con falda hasta los pies y sujetando una tinaja. Una tarde muy de la tierra entre el desplome térmico, el verdor y la lluvia. Días después, Elena se colgó al cuello la medalla de bronce por equipos en el Europeo de los 42.195 metros. Sudo sólo de ver esas pruebas por el televisor. Mis respetos, reverencias y admiraciones.

En aquella escenografía tan lograda, Loyo se mostró como una mujer tímida y muy agradable. Seda con vistas a la calle, determinación férrea (tal vez de ahí su presencia en le época del Hierro) para conseguir sus propósitos sobre el asfalto a base de empeño, constancia y sacrificio. Desde la condición primigenia de atleta popular hasta, nada menos, que con el pasaporte casi visado para ese Tokio'21 que estaba programado en verano de 2020. Confiemos en que el 'bicho' de nuestras maldiciones permita la celebración más o menos normal del mayor espectáculo deportivo en cada legislatura.Será la tercera atleta alavesa tras la velocista Blanca Lacambra y la mediofondista Maite Zúñiga en desfilar por el estadio olímpico japonés en vísperas de la inauguración. Compañeras del pasado a quienes tuve el privilegio de escribir un reportaje –tiempos aquellos– tras visitarlas en Madrid.

Dicen que de tal palo sale una astilla similar. Me refiero a que Martín Fiz, nada menos que campeón del mundo hace un cuarto de siglo en la ciudad sueca de Goteborg, dirige la carrera ascendente de Loyo. Esta competidora de Murguía y aficionada a las labores de la huerta que detuvo anteayer el cronómetro en 2.28.25 sobre el, para ella, bendito suelo valenciano. Los números de la combinación ganadora en su caso, las cifras que la subirán al avión estival con destino a la capital nipona. La misma que denunció en su día que alguien la perseguía sospechosamente durante sus entrenamientos individuales. Lo hizo por ella y por todas las mujeres que jamás deberían de sentir miedo cuando se calzan las zapatillas para quemar la brea. Una alegría comunitaria, la de sentirnos tan bien representados por Elena en ese festival de los deportes que coronan los aros olímpicos.