Marvel está haciendo algo muy bien: cimientos. Supongo que, conscientes de que tienen entre manos el gigante más colosal del entretenimiento moderno, se verían en ... la clásica encrucijada de estrujar o cultivar. Muchos pensarán que Feige -el jefe supremo de la casa- y su banda están estrujando, sin duda. Haciendo series y películas como churros, mientras dure la fiebre. Y no están equivocados. Pero lo que hay detrás, el trabajo de planificación y de escritura, qué quieren que les diga, me parece delicioso.
Ya lo vimos con 'La bruja escarlata y visión'. Y lo vemos ahora con 'Falcon y el soldado de invierno'. No son simples excusas para poner a los personajes en la pantalla y vender algunos juguetes. Ambas series son artefactos tan maravillosos como un cómic, capaces de alucinar con una viñeta explosiva, colorida y fantástica; pero, también, de fascinarte con un texto y una intención puramente literaria. Todavía nos queda un capítulo para descifrar al completo qué origen nos están contando Sam y Bucky, pero no hay duda de que es uno. Un principio de algo más grande.
Un principio en el que hay espacio y tiempo suficientes para comprender, para asimilar, para identificar esa idea que late detrás del espectáculo. ¿No les parece formidable que una serie universalmente seguida, con ese poder intrínseco de llamar la atención, plantee temas como el racismo, el odio, la inmigración, los extremismos ideológicos y las fronteras? Y, sobre todo, la gran pregunta: ¿cómo sería hoy, literalmente hoy, el héroe que necesita el mundo?
Entiendo que, desde fuera, este bombardeo de Marvel en cine y televisión pueda parecer un estruje insoportable. Desde dentro, sin embargo, estamos disfrutando con la cosecha. Mucho.
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