Una batalla que se cuenta por capítulos
El culto a las series ha cambiado los hábitos de ocio y preocupa a libreros y escritores. La pelea por captar nuestra atención es como una trama de suspense
Quizá algún guionista se decida a narrar la pelea que se libra a diario en el salón de muchas casas. O en cualquier otro lugar, ... porque los nuevos dispositivos nos permiten llevarnos nuestra serie favorita como si fuera un libro. El auge de las plataformas que sirven a la carta contenidos cada vez más elaborados ha puesto en guardia a los libreros, que sin salir del callejón de la crisis se han encontrado con un cambio en los hábitos de ocio, y a algunos escritores. Lorenzo Silva se declara «seriescéptico», un antagonista en un momento «en el que parece que todo es Shakespeare. Hay un despliegue de marketing y una moda 'hipster' de verlo todo, cuando muchas producciones están por debajo del promedio que se puede encontrar en los libros, los de antes y los de ahora», dice.
Admirador de 'The Wire', 'Happy Valley' y 'El joven Papa', cree que 'Vikingos' y 'Juego de Tronos' «acaban cayendo en la autoparodia» y 'The Walking Dead' «es casi cine infantil». Él mismo tiene una serie «en el almacén de Movistar» y está escribiendo otra «basada en hechos reales». ¿Y si le proponen hacer una con Bevilacqua y Chamorro, sus personajes más conocidos? «Ya me han llamado, ha habido varios proyectos...». Las tramas se superponen y la evolución es imprevisible, así que no hay otro secreto que «escribir buenos libros y educar a la gente» para que sepa elegir. El presidente de la asociación vasca de libreros, Kepa Torrealdai, cree que los aficionados seguirán disfrutando de la lectura, aunque sea con menos horas de sueño, «porque es una experiencia completamente distinta. El problema son los nuevos lectores. Ahí las series nos pueden hacer daño».
Esta ha sido una de las preocupaciones compartidas en la Feria del Libro de Bilbao, donde Félix G. Modroño ejerce de verso suelto. Sin tele ni wifi en casa, tiene «menos distracciones» y gana tiempo para «pasear, leer, escribir e ir al cine dos o tres veces por semana». Pero entre los escritores también hay seriéfilos. Uno de los que más ha profundizado en este fenómeno es Jordi Carrión, que en 'Teleshakespeare' analizó las series que han vuelto inteligente a la caja tonta y en la novela 'Los muertos' se las llevó al terreno literario. Esta «convivencia» es el signo de los tiempos. «Pasamos, sin fronteras, de escuchar un concierto a ver una expo, a leer un cómic, a ver una serie, a leer un libro de poemas», enumera. Se ha desatado «una auténtica batalla por la atención, por el tiempo», en la que las librerías «deben diseñar sus propias estrategias de seducción».
Aquí las tramas simples de buenos y malos no funcionan, peor aún es ponerse «apocalípticos. Yo creo que es mejor que un adolescente vea 'Los Soprano'» a que lea 'Los juegos del hambre'», apunta Carrión. «Lo textual no es necesariamente mejor. La clave es educar el criterio, el gusto de los jóvenes -en casa, en el colegio, en las instituciones, en la calle- y educarnos a nosotros mismos, pensarnos en clave transmedia». Él se ha enganchado a «muchas» producciones, «la última 'Juego de tronos'», que no ha terminado del todo. «Yo diría que sus fans van a seguir buscando historias de Poniente en las novelas, en los cómics y en lo que venga. Como 'Star Wars', más que una historia es una mitología». Y una serie «que ha bebido de los lectores de los libros que adapta y los ha multiplicado».
El periodista especializado Mikel Labastida añade otros dos ejemplos a la 'Canción de hielo y fuego' de George R. R. Martin. Margaret Atwood publicó en 1985 'El cuento de la criada' (la escribió en la Berlín dividida por el Muro) y «siempre se ha vendido bien», dicen los libreros. Pero ha llegado a una audiencia masiva a raíz de la serie, que a partir de la segunda temporada se independizó de su raíz literaria. También el último gran éxito, 'Chernobyl', se basa en 'Voces de Chernóbil' que la periodista y premio Nobel de literatura Svetlana Alexiévich escribió en 1997. Para Labastida, «decir que no se lee por culpa de las series es buscar una excusa, cuando hay verdadero interés se busca tiempo. Son dos interesantes opciones culturales y prefiero verlas como compañeros de viaje que como enemigos irreconciliables».
A Vicente Luis Mora, poeta, ensayista y crítico literario, no le importa hacer de malo. Cree que es un papel necesario porque «hay mucha sobrevaloración. Quizá dentro de un tiempo llegue un Cervantes de las series, pero son productos que nacen muy estandarizados y, como ocurre en todas las ramas del arte, lo bueno escasea». Conviene recordar, añade, «que el fenómeno de las series despegó en un momento muy concreto. Las grandes plataformas de distribución por cable y por satélite exigen fuertes inversiones y hay que darles contenido». Las productoras «han leído muy bien la oportunidad de convertirse en el tema del que todo el mundo habla». Incluso «empieza a haber fenómenos alucinantes, gente que las ve a doble velocidad y lee los subtítulos» por su empeño en estar al día. «Es un consumo fácil, pasivo y masivo al que han sabido dar un barniz cultural», argumenta. «Un toque de distinción para que la parte económica pase más desapercibida».
También los libros «son objetos de consumo, no los idealizo», puntualiza Mora. «Pero el que ama la literatura, como el cinéfilo, está buscando una cosa que no hay en las series: la exploración del lenguaje, la novela como laboratorio social...». Él opina que la competencia afectará más «a la lectura como entretenimiento, y aun así no creo que se pierda del todo por el tremendo poder inmersivo del libro. Leer es como un videojuego en primera persona, tú entras en la narración y se crea una intimidad especial. Por eso a los niños les encanta sentirse presos de un mundo que solo existe en su cabeza».
Lo que queda por inventar
La escritora Espido Freire, que imparte cursos y un máster de creación literaria, no ve las series como una amenaza. Para ella lo preocupante es la 'contaminación' del lenguaje. «Mientras al espectador se le ofrecen series de una calidad cada vez mayor, con tramas complejas y personajes trabajados, un porcentaje importante de las novelas de mayor éxito son planas, lineales. Copian lo peor de los guiones en un intento por facilitar la lectura. Es un enorme error», advierte. «La literatura requiere otro lenguaje, otro modo de ver la vida, y un estilo propio».
Lea Vélez se formó y ejerció de guionista durante casi veinte años antes de dedicarse a la literatura, así que maneja ambos códigos. Cree que el salto de calidad que han dado las series contribuye a hacer al público más exigente, «y eso es bueno para todos los ámbitos de la cultura». En sus novelas aplica parte de lo que aprendió en esa «escuela del enganche» que es la televisión, «aunque el guion te sitúa en un lugar neutro como autor para gustar a un público amplio y en literatura procuro hacer justo lo contrario». Lo que no le pilla desprevenida son los cambios tecnológicos. «Los guionistas tenemos una claúsula fantástica en los contratos que dice que cedemos los derechos a un productor para cable, satélite... y todos los soportes que estén por inventar. ¡A lo mejor en el futuro, cualquiera sabe, las series se meten en vena!».
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Un debate entre escritores
«Es mejor ver 'Los Soprano' que leer 'Los juegos del hambre', la clave es educar el criterio»
Jordi Carrión
«Muchas producciones hechas para epatar están por debajo del promedio de los libros»
Lorenzo Silva
«Hay series cada vez más complejas y novelas planas que copian lo peor de los guiones»
Espido Freire
«Las productoras han impulsado un consumo masivo y pasivo y han sabido darle un barniz cultural»
Vicente Luis Mora
Algunas cifras
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25% de los vascos que dedican parte de su tiempo libre a la lectura (el 87% de la población) leen libros «todos o casi todos los días», según el Sociómetro de Cultura, y el 14% tres veces por semana.
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26% de los vascos ven diariamente series o películas fuera del cine y el 44% varias veces por semana.
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