Si a alguno de nosotros, hace 30 años, nos hubieran dicho que llegaría el día en que veríamos, con horas de diferencia, una película de ... cuatro horas de 'La liga de la justicia' y el primer episodio de 'Falcon y el soldado de invierno', nos hubiéramos reído con total y absoluta incredulidad. Rondamos los 40 y toda esta algarabía friki es un vínculo directo con las figuras tiradas por la alfombra, una puerta maravillosa que une ambas direcciones, como las de los hoteles, sin obviar ni al niño ni al adulto. Y, honestamente, me importa muy poco la opinión de aquellos que nos señalan despectivamente y se vanaglorian de su supuesta madurez por no entender, ni querer entender, estas series ni películas (de los libros y tebeos ni hablamos, por supuesto; a eso ni les prestan atención).
Pero ese no es el tema. El tema es la guerra. El conflicto. El choque. La necesidad de crear bandos como forma de entender la sociedad: pasa en política, en deportes, en música, en cocina, en filosofía... y también en esto. No sé por qué infiernos el hecho de tener una opinión se ha convertido en una bandera. Y no hablo del sentido de pertenencia, hablo de una sencilla opinión: si te parece bien lo que ha dicho Fulanito es porque eres de derechas; si te parece malo el disco de C. Tangana es que eres un antiguo; si te parece gol y no falta es porque estás ciego... Se crean bandos para todo. Bandos violentos y vehementes, repletos de ira contra el que osa opinar distinto. ¿Por qué?
A mí, por ejemplo, no me ha gustado 'La liga de la Justicia de Zack Snyder'. Y me ha encantando 'Falcon y el soldado de invierno'. Pero, por encima de todo, he disfrutado de cinco horas de diversión. No os dejéis manipular tan fácilmente: la opinión del otro no es el enemigo; temed, eso sí, al que tiene la opinión antes de tiempo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión