Soñando étimos de la tarde
Las palabras de Machado resuenan hasta convertirse en un mapa íntimo. Melancolía, humildad, chopos «como liras de primavera». «Monotonía de lluvia tras los cristales»
Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 26 de julio 2025, 00:07
Caminante no hay camino, pero al andar se sueñan caminos de la tarde, senderos como estelas que pasan y quedan y caen como gotas en ... el mar inmenso, entre una España que muere y otra que bosteza, y una muerte que no es más que una ilusión del mar.
La obra de Antonio Machado es una maraña de palabras que resuenan y trascienden los poemas del autor y su contexto histórico hasta convertirse en un mapa íntimo para sus lectores. Palabras que evocan, palabras que se cantan, versos que estallan en la boca como la carne ácida del fruto de oro de un limonero lánguido.
Sus 'Soledades, galerías y otros poemas' son un sueño melancólico que anhela la primavera entre el hastío. Es la «melancolía» una «tristeza vaga» -según la RAE- procedente del griego 'melancholía', un compuesto de 'melas' (negro) y 'kholis' (bilis) que responde a la teoría helena de los cuatro humores que gobernaban el cuerpo humano: la sangre, la bilis amarilla, la bilis negra y la flema. El vocablo castellano, hasta fijarse en el contemporáneo «melancolía», alternó entre variantes como 'malenconía' (frecuente hasta el s. XVI), 'malanconía', 'malancolía', o 'malenconía'.
Entre sus 'Campos de Castilla' destaca la mirada del hombre humilde, «un hombre que se inclina hacia la tierra», como si buscara el origen latino de esa «humildad» ('humilitas'), derivada de 'humus' (tierra). La raíz indoeuropea 'dhghem' (tierra) conecta la «humildad» con vocablos como 'autóctono', 'camaleón' u 'homenaje'. El sustantivo «humildad» debió de ayudar a fijar la forma actual del adjetivo «humilde», una alteración del anterior 'humil' (a partir de 'humilis'). Corominas apunta también a la influencia del adjetivo 'rebelde', que vacilaba igualmente entre 'rebel' y 'rebelde'.
Esta tierra seca castellana, de «álamos de amor cerca del agua», de chopos como «liras de la primavera» y olmos con ramas verdecidas, siente la misma sed del Machado de 'Nuevas canciones', que busca en el ojo ajeno la verdad última -el tú esencial-, el origen de esa sed para la que no encuentra sentido: «lo malo es que no sabemos / para qué sirve la sed».
Entre sus 'Campos de Castilla' destaca la mirada del hombre «que se inclina hacia la tierra»
Y cuando el poeta ve cerca el paseo postrero con la muerte gitana, ligero de equipaje, pero arrastrando las heridas de una guerra cainita y un exilio como luna amortajada, se resiste a cerrar los ojos («no duermo por no soñar»), porque el sueño está infectado por «un olvido, Guiomar, todo erizado de espinas». Al otro lado de la frontera, lejos de su huerto claro donde madura el limonero, cerca ya del último viaje, lo asalta la melancolía de sus 'Soledades' y sus 'Galerías'. «Estos días azules». Como refugio frente al tictac de azada en tierra del reloj. Como escudo frente a la barbarie, pero consciente de que el ocaso llega a ese mañana que ayer alboreaba.
Así, el 22 de febrero de 1939, en Colliure (Francia), fallece Antonio Machado, soñando con un jardín de eterna primavera, con monotonía de lluvia tras los cristales, en el que solo moscardoneen las inevitables golosas moscas y a las mariposas negras y moradas que martillean el sueño de las madres asustadas las abrase un sol reluciente de infancia. Y abril vuelva a florecer. «Frente a mi ventana».
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